ROLANDO CORDERA CAMPOS CAMILO FLORES Y LEONARDO LOMEL脥
Intervenci贸n en el Foro Internacional sobre Pol铆ticas P煤blicas para el Desarrollo de M茅xico, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM), la Comisi贸n Econ贸mica para Am茅rica Latina (CEPAL), la Organizaci贸n para la Cooperaci贸n y el Desarrollo Econ贸micos (OCDE), y el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD). Ciudad de M茅xico, 7 y 8 de febrero 2007
Centro de Estudios Globales y de Alternativas para el Desarrollo de M茅xico-Seminario Universitario de la Cuesti贸n Social
Facultad de Econom铆a
Universidad Nacional Aut贸noma de M茅xico
De la focalizaci贸n y m谩s all谩
1.-Durante las 煤ltimas dos d茅cadas hemos asistido a un replanteamiento de la agenda social que responde a su vez a una concepci贸n m谩s general sobre el papel del Estado en la econom铆a y la sociedad. En un primer momento, el de las grandes c risis y sus secuelas en los a帽os ochenta y noventa, el combate a la pobreza se impuso como la prioridad, desvinculado del tema de la distribuci贸n del ingreso y del crecimiento econ贸mico. Puede decirse que este momento no ha terminado, a pesar de la evidencia y la urgencia de cambiar de rumbo que emana de ella.
2.- La cr铆tica a los anteriores enfoques de superaci贸n de la pobreza mediante la incorporaci贸n al mercado laboral y la mejora en la distribuci贸n del ingreso, e incluso la movilizaci贸n controlada de los grupos sociales pobres, como fue el caso de Pronasol, puso 茅nfasis en la conveniencia de desarrollar programas de transferencias directas a los pobres.Se ganar铆a con ello eficiencia en el gasto y transparencia en la pol铆tica.Estos programas evolucionaron pronto para incluir componentes de educaci贸n y salud que permitieran generar capacidades que facilitaran y potenciaran la inserci贸n de las personas en condiciones m谩s ventajosas en las actividades productivas.
3.- Entre un ejercicio y otro (Pronasol, Progresa, Oportunidades) ha nacido y crecido una generaci贸n de mexicanos y las magnitudes registradas indican que la transmisi贸n intergeneracional de la pobreza, que era el objetivo principal a vencer de estos esfuerzos, sigue marcando la pauta de las relaciones sociales en M茅xico, con el agravante de que esta situaci贸n se ha vuelto cada vez m谩s urbana. El c铆rculo y el ciclo deb铆a darse se ha cerrado y emprender una revisi贸n firme de la relaci贸n entre pobreza, distribuci贸n y crecimiento, en un contexto muy distinto al que prevalec铆a al inicio de la crisis internacional de la deuda que asol贸 a la regi贸n durante la d茅cada de los ochenta.
4.- Es preciso, de entrada, asumir la complejidad que acompa帽a tanto a las pol铆ticas sociales como a su objeto, en este caso la pobreza de las masas. La simplicidad buscada con la focalizaci贸n deriv贸 en un sostenido descubrimiento de resultados no buscados ni lineales, como lo muestran las diferentes evaluaciones realizadas, las voces y reclamos de los pobres y las lecciones que pueden derivarse de inscribir dichas pol铆ticas en marcos m谩s amplios de reflexi贸n, por ejemplo el que se puede extraer de la noci贸n de capital social, o el m谩s dif铆cil pero inevadible que tiene que ver con las vinculaciones y contradicciones entre desigualdad, pobreza y democracia.
5.-Las limitaciones de las pol铆ticas focalizadas de combate a la pobreza, desvinculadas de pol铆ticas de fomento econ贸mico y desarrollo regional, est谩n a la vista. La mejora en los niveles de salud y educaci贸n se traduce, en ausencia de oportunidades de empleo mejor remunerado, en frustraci贸n social y crecientes presiones migratorias, con las consiguientes tensiones que esto genera. M谩s a煤n: no parece precipitado afirmar hoy que en condiciones de crecimiento bajo o mediocre como las que han prevalecido en el 煤ltimo cuarto de siglo, el capital humano forjado mediane las pol铆ticas focalizadas encara una suerte de deterioro precoz, que repercute sobre el conjunto de comunidades y familias beneficiadas originalmente. La p茅rdida de expectativas contamina regiones y grupos sociales enteros, lo que se auna a los impactos que de entrada suelen tener las focalizaciones en zonas donde resulta dif铆cil establecer diferencias claras y que puedan asumirse por las colectividades, entre las familias objeto de la focalizaci贸n.
6.-El mantenimiento y reproducci贸n de la pobreza y la ausencia de oportunidades para salir de ella, es un argumento prima facie a favor de inscribir, una vez m谩s, la discusi贸n sobre la pobreza y la desigualdad en el contexto m谩s amplio de una reflexi贸n sobre el desarrollo en su sentido m谩s amplio, que combine las dimensiones econ贸mica, social y cultural y que se haga cargo de que la globalizaci贸n, pese a las tensiones y a las restricciones que genera, ofrece tambi茅n una oportunidad 煤nica en la historia de la humanidad de acortar las distancias que nos separan en todos los sentidos. Como sabemos, estas oportunidades de la globalizaci贸n no pueden aprovecharse sin estrategias nacionales dispuestas a promover el crecimiento a la vez que imaginadas y dise帽adas para reforzar la cohesi贸n social o recuperarla. Sin esta pareja de promoci贸n econ贸mica y construcci贸n social, resulta dif铆cil si no imposible, acceder al banquete de la globalidad. Es con visi贸n de largo plazo para el crecimiento y con compromisos pol铆ticos de amplio espectro para superar la pobreza y disminuir la desigualdad, que se puede crear un clima de entendimientos sociales y reformas institucionales y de estructura que 鈥減roduzcan鈥 tiempo y le den al conflicto social y pol铆tico que es inherente a procesos de cambio profundo una perspectiva de concertaci贸n de mediano y largo plazo.
7.- Hoy sabemos, que la pobreza no se elimina por arte de magia con el simple crecimiento econ贸mico. Pero sabemos tambi茅n que en sociedades m谩s o menos abiertas al mundo y con mercados consolidados o en expansi贸n, sin crecimiento sostenido y alto es muy dif铆cil construir las ecuaciones b谩sicas entre distribuci贸n y acumulaci贸n que demanda un desarrollo sostenido y modernizador. En medio de esta exigencia est谩n la estrategia y las pol铆ticas para el desarrollo social, que es donde se resuelve d铆a con d铆a el conflicto distributivo y la asignaci贸n de los recursos p煤blicos. Para reiterar: las pol铆ticas focalizadas, para tener 茅xito en la superaci贸n de la pobreza, requieren de un contexto de crecimiento econ贸mico favorable para la integraci贸n de los sectores m谩s pobres a los modernos circuitos de producci贸n y de consumo mediante empleos bien remunerados, o con real acceso al cr茅dito y la generaci贸n de un patrimonio reproducible.
Del capital social y sus problemas
8.-El car谩cter problem谩tico de las focalizaciones puede tambi茅n apreciarse si se aborda el tema de los efectos que las pol铆ticas focalizadas tienen sobre la cohesi贸n social. En sus reflexiones sobre el capital social y sus usos, Keneth Arrow, por ejemplo, se pregunta si el mercado y la institucionalizaci贸n de las relaciones sociales no destruyen la potencial contribuci贸n a la eficiencia que las asociaciones representan. Arrow aborda el problema desde la perspectiva de que estas redes sociales se forman sin un prop贸sito de beneficio econ贸mico, pero proveen (mas no garantizan) una compensaci贸n de las fallas del mercado que van en detrimento del disfrute y calidad de vida de la poblaci贸n, mientras estas relaciones se basen en la confianza y en la participaci贸n genuina.
9.- El capital social propicia en muchas ocasiones un efecto disuasivo del comportamiento depredador por parte de las empresas, de los individuos o del propio Estado. Sin embargo, no siempre sirve a fines ben茅ficos. Puede contravenir prop贸sitos ecol贸gicos, frenar proyectos que generan costos sociales altos en el corto plazo, pero que pueden compensarse por los beneficios sociales en el mediano o en el largo plazo; puede utilizarse para beneficios privados y pol铆ticos abusando de las fallas de acceso a la informaci贸n de la comunidad, o puede distribuir desigualmente el poder en el interior de las organizaciones, generando relaciones paternalistas y pr谩cticas clientelares. Sin embargo, estas desviaciones pueden corregirse en la instrumentaci贸n de programas sociales que contemplen mecanismos de participaci贸n social garantizando informaci贸n adecuada y transparencia para los beneficiarios.
10.- La idea del capital social ha sido ampliamente aceptada porque, entre otras cosas, no se pone en contradicci贸n con la idea hoy dominante de un 鈥淓stado instrumental鈥, a la vez parece portadora de una progresiva democratizaci贸n de la toma de decisiones. Al incorporarla a la discusi贸n operativa, esta noci贸n refuerza la idea de que la focalizaci贸n de las pol铆ticas sociales, por si sola, no genera integraci贸n social, lo que dificulta la coordinaci贸n institucional y la reproducci贸n eficiente de dichas pol铆ticas. Pero aqu铆 empieza apenas el dif铆cil camino de su uso.
11.-Cuando las organizaciones sociales son absorbidas por programas y pol铆ticas donde la estructura de poder es vertical, la relaci贸n de confianza se desvanece, diluida por una din谩mica m谩s cercana al mercado, motivada por factores econ贸micos. Por lo tanto, la eficiencia econ贸mica que estas redes sociales cumplen, penetra en mejor forma si se basa en motivaciones no econ贸micas, tales como la solidaridad y la identidad comunitaria. Lo que no se da por decreto. De cualquier forma, parece inevadible garantizar una participaci贸n equitativa para no mermar la confianza que genera este sentido de pertenencia, sin el cual se destruye el eje de relaciones preexistentes que est谩n implicadas. El principio de interdependencia adquiere en esta perspectiva un valor estrat茅gico para la conservaci贸n y reproducci贸n de los programas sociales.
12.- Como se ha se帽alado, existe el riesgo que el capital social sea manipulado con fines pol铆ticos o en beneficio de intereses particulares, por lo que la transparencia y los mecanismos de acceso a la informaci贸n tienen un papel importante en los programas sociales sustentados en la cohesi贸n social. Los canales de informaci贸n pueden agregar eficiencia a estos programas, haci茅ndolos del conocimiento de posibles beneficiarios que carecen de otros medios para saber sobre sus caracter铆sticas, requisitos y beneficios. De esta forma se compensan las deficiencias de la focalizaci贸n.
13.- La focalizaci贸n de ciertos programas, en particular aquellos orientados a la superaci贸n de la pobreza, est谩 ampliamente justificada, pero no puede trasladarse al conjunto de bienes y servicios cuya provisi贸n forma parte de los derechos sociales fundamentales. Dicho de otra forma, la necesidad de focalizar ciertas pol铆ticas sociales no s贸lo no suple la necesidad de un Estado de bienestar, sino que en rigor no tiene porqu茅 entrar en contradicci贸n con la necesidad de garantizar a todos los ciudadanos un conjunto de satisfactores sociales. Las transformaciones que han tenido lugar en los mercados laborales, obligan a revisar muchos de los derechos sociales tradicionalmente asociados al empleo formal, para garantizar su vinculaci贸n a la categor铆a de ciudadano, lo que implica una mayor responsabilidad del Estado asociada a su vez con una mayor capacidad de recaudaci贸n.
14.- Las normas comunes y la reciprocidad de que depende el capital social, implican alg煤n nivel de simetr铆a entre aquellos que se comprometen en una relaci贸n compartida de largo plazo. No obstante, hay que admitir que los individuos no siempre est谩n completamente conscientes del capital social que construyen. De la misma manera, la confianza y las redes sociales que se fortalecen a su amparo, en la mayor铆a de los casos no lo hacen conscientemente. Por otro lado, cuando se destruye el capital social el proceso suele ser igualmente inconsciente.
15.- Ordenando los planteamientos anteriores, Elinorr Ostrom sugiere que existen dos v铆as por las que estas vertientes pueden generarse. Una es la institucional, donde las reglas de comportamiento, participaci贸n y retribuci贸n se establecen conscientemente; una desventaja de este modo de reglamentaci贸n es que necesariamente requiere una figura de autoridad que le de cuerpo a la organizaci贸n y coordine la actividad, o simplemente para asegurar el cumplimiento de las reglas, lo que resta simetr铆a en la participaci贸n y las decisiones.
La segunda v铆a es de largo plazo, y se da en la interacci贸n natural de una colectividad que enfrenta problemas conjuntamente. Con el paso del tiempo y la paulatina acumulaci贸n de experiencias mutuas, la organizaci贸n y las normas se generan impl铆citamente, no necesariamente con figuras asim茅tricas de autoridad y participaci贸n. Estos son llamados por Ostrom, sistemas de gobierno autoorganizados. El punto fr谩gil de esta v铆a es que la tentaci贸n y posibilidad de enga帽o o abuso por cualquiera de los participantes es mayor.
16.- Ambas v铆as pueden combinarse, o influirse mutuamente, si se cuida de los aspectos b谩sicos de equidad y confianza, as铆 como los elementos de acceso a la informaci贸n. Para ello, debe considerarse la creaci贸n de programas de evaluaci贸n y monitoreo, que a la vez sean sensibles o flexibles al cambio dr谩stico de las necesidades y preferencias de los participantes.
17.- Desde estas perspectiva, se puede insistir en que estamos frente a una seria necesidad de replantear los programas sociales. En muchos casos, se ha encontrado que a la asistencia social 鈥渆xterna鈥 que ignora o soslaya las exigencias y restricciones del capital social le es dif铆cil mejorar su eficiencia. La inversi贸n selectiva en capital humano e infraestructura, basada en un an谩lisis unidimensional de costos y beneficios, puede lograr que los participantes, pertenecientes a una misma comunidad o grupo de productores, desatiendan el reconocimiento de dependencia mutua y las pautas de reciprocidad que manten铆an mientras el problema que se ataca era compartido y enfrentado en conjunto.
Del Estado y el mercado
18.- Las pol铆ticas de superaci贸n de la pobreza y de reducci贸n de la desigualdad deber谩n contemplar un papel renovado del Estado, que pasa por replantear los mecanismos de participaci贸n social e implica formas m谩s eficientes de regulaci贸n de los mercados. No sobra insistir en que los beneficios sobre la eficiencia econ贸mica que se atribuyen al libre funcionamiento de los mercados, solamente son atribuibles a una estructura que en la actualidad puede ser considerada imaginaria, m谩s que como una especie en peligro de extinci贸n : la competencia perfecta.
19.- Desconocer que en la mayor铆a de los casos prevalecen estructuras de mercado caracterizadas por la competencia imperfecta, que requieren de diversos tipos de regulaci贸n estatal, es negar un factor relevante que explica la insuficiencia de las llamadas reformas estructurales para garantizar por s铆 solas un mayor crecimiento econ贸mico, de la misma manera que negar la importancia de la cohesi贸n social como un factor dinamizador de la inversi贸n p煤blica en programas sociales provoca un desperdicio de recursos y mayor dilaci贸n en alcanzar dos objetivos que debieran ser prioritarios: la superaci贸n de la pobreza y la moderaci贸n de la desigualdad.
20.- La instrumentaci贸n de pol铆ticas p煤blicas a favor de la redistribuci贸n, el combate a la pobreza y la igualdad de condiciones y oportunidades, no necesariamente implica esfuerzos presupuestales may煤sculos. T贸mese nota, por ejemplo, que seg煤n la encuesta Lo que dicen los pobre (levantada en el 2003), el 59.77 por ciento de los entrevistados se inclin贸 por programas productivos m谩s que por los asistenciales, por m谩s y mejores empleos y mejores precios en sus cosechas. La combinatoria capital social-pol铆ticas focalizadas, podr铆a encontrar aqu铆 el eslab贸n perdido de la vinculaci贸n directa con la producci贸n y la posterior redistribuci贸n en t茅rminos distintos a los convencionales.
21.- Lo que deb铆a ser claro, es que los cuellos de botella originados por las estructuras de mercado dominantes en la econom铆a, reduce sistem谩ticamente la efectividad de los programas y coloca a los pobres, a los que no deja de ped铆rseles que se comporten como si fueran actores estelares en la comedia de la competencia perfecta, en clara indefensi贸n frente a las estructuras oligop贸licas y, de forma m谩s cercana su cotidianidad, frente a usureros, comercializadores voraces, o una discriminaci贸n tan profunda como frecuente.
22.- Otro factor que ha minado los esfuerzos de los programas de combate a la pobreza es el suponer que los grandes cambios estructurales y de pol铆tica econ贸mica, como la apertura comercial, ten铆an lugar bajo el supuesto de una real homogeneidad de la econom铆a. Esto trajo como consecuencia que de antemano quedara marcado como perdedor al sector rural. Parad贸jicamente, al supuestamente buscar la competencia perfecta en el campo, se incurri贸 en una incompetencia perfecta que impidi贸 generar las condiciones estructurales m铆nimas indispensables para generar riqueza por parte de los agentes econ贸micos pulverizados, casi o totalmente marginados del sistema mercantil, con capacidades y dotaciones m铆nimas. Esta situaci贸n viene de lejos, como fruto amargo de un olvido hist贸rico, lo que no impidi贸 que muchos de estos productores marginales fuesen en su momento pilares directos e indirectos del financiamiento del desarrollo industrial gracias a la extracci贸n de recursos del campo. Estos actores hist贸ricos de la ruralidad mexicana, no han encontrado lugar en la nueva plataforma productiva y distributiva emanada del cambio estructural. Como corriente alterna van del campo a la ciudad interminablemente.
23.- Los problemas cotidianos que enfrentan los pobres encuentran sin duda su ra铆z en las fallas de los mercados, en su incapacidad para tener informaci贸n, en la concentraci贸n de los mercados casi monops贸nicos que enfrentan en la cadena productiva relacionada con sus productos, en los mercados incompletos, etc. Pero en la actualidad, lo que parece una losa inconmovible es una falla que se ha instalado en el Estado pero que va m谩s all谩 de sus linderos pol铆ticos e institucionales: se trata de una exacerbada ideologizaci贸n y dogmatismo de los hacedores de pol铆ticas p煤blicas, que bajo la bandera de la lucha contra el populismo han desmantelado la capacidad del Estado para intervenir en mercados donde la competencia significa la concentraci贸n eminente, debido a que se considera iguales a aquellos que no tienen la capacidad de negociar al tu por tu con el intermediario o el empleador.
24.- Esta curiosa reedici贸n vern谩cula del pensamiento neo cl谩sico, es de origen incapaz de resolver los problemas que enfrenta y, dada su posici贸n de poder, contribuye a reproducir. Tenemos enfrente un craso error de diagnostico: la idea de un sistema que funciona bajos los dos grandes teoremas de la econom铆a del bienestar puede ser elegante pero equivocada si desde un principio se desconoce la inexistencia de competencia perfecta y unas dotaciones iniciales no adecuadas para lograr un funcionamiento optimo de la econom铆a. La miop铆a hist贸rica y la negaci贸n de la realidad pueden ser vectores activos y corrosivos que determinan la estructura econ贸mica que afecta a los pobres.
25.- En este contexto discursivo el Estado tiene urgentes tareas por emprender: la primera, reconstruir una visi贸n clara sobre el desarrollo econ贸mico de M茅xico y dejar atr谩s la leyenda negra del desarrollo anterior. Insistamos: el pa铆s nunca ha crecido ni se ha desarrollado tanto como en las 茅pocas en que el objetivo y los esfuerzos de la pol铆tica p煤blica se encaminaron al establecimiento de una estrategia de desarrollo clara centrada en la expansi贸n de la infraestructura f铆sica y humana y en el impulso a diversos circuitos de innovaci贸n y aprovechamiento de las oportunidades de la econom铆a internacional de entonces. Sin duda tuvo excesos y errores, pero con la perspectiva de veinte a帽os de transitar por el desierto de una globalizaci贸n sin equidad ni desarrollo parece indicado recuperar sus lecciones y abandonar el denuesto como ret贸rica negativa. M茅xico no se invento en julio del a帽o 2000 ni se debate entre el pasado y el futuro, sino frente a los fundamentalismos que abruman a los que tienen el poder.
Pobreza y desarrollo: la ecuaci贸n de la desigualdad
26.- La superaci贸n de la pobreza tiene que inscribirse con claridad en la estrategia de desarrollo. Pero 茅sta, a su vez, debe ser objeto de cuidadosas revisiones que la alejen de la reformitis en que se meti贸 en los 煤ltimos tiempos. Salir de la trampa del reformismo ingenuo que alimenta su fe en las reformas en serie sucesiva de generaciones, supone detectar otras fuerzas y relaciones que probablemte tienen mayor capacidad explicativa de nuestro mediocre desempe帽o que la ausencia o insuficiencia del rumbo reformista de mercado.
27.- En especial, por la 铆ntima relaci贸n que tiene con el tema que nos ocupa, es preciso reconocer los procesos que condicionan o determinan una eficiencia din谩mica de nuestros sistemas pol铆tico-econ贸micos. Junto con la innovaci贸n entendida en un sentido amplio, parece indispensable incorporar a la reflexi贸n pol铆tica sobre la pobreza los temas relativos a la capacidad del proceso de innovaci贸n de crear tejidos productivos efectivamente integrados como una condici贸n no s贸lo de mayor fortaleza ante los vuelcos de la globalizaci贸n sino de reducci贸n del dualismo o la heterogeneidad estructural que est谩 en el subsuelo de las condiciones de desigualdad y pobreza masivas que afectan el conjunto de la reproducci贸n social. De lo que se trata en materia de pol铆tica social no es s贸lo de superar end贸genamente las diferentes trampas de pobreza que surgen una y otra vez, sino de inscribirla activamente en una estrategia destinada a dejar atr谩s las trampas de bajo crecimiento en que M茅xico se meti贸 como resultado de la forma como se concibi贸 e instrument贸 el cambio estructural para la globalizaci贸n.
28.- Lo que est谩 en juego, a casi dos d茅cadas de intervenciones estatales en el mundo de la pobreza, es la capacidad que Estado y sociedad tengan para procesar una integraci贸n efectiva, sin duda siempre imperfecta, entre la pol铆tica social y la pol铆tica econ贸mica, para entender la lucha contra la pobreza como un componente fundamental de la estrategia de desarrollo. Es en esta perspectiva que las nociones de capital social y cooperaci贸n entre actores que referimos arriba adquieren un sentido espec铆fico vinculado con la pol铆tica democr谩tica y del Estado.
29.- Frente a esta exigencia de renovaci贸n, es preciso admitir que en el mundo y en M茅xico se vive una nueva subjetividad que obliga a repensar los quehaceres y cometidos de la pol铆tica. A partir de estas mutaciones del entorno y del individuo, la pol铆tica tiene que hacerse cargo de los matices y de los reflejos singulares y colectivos en formaci贸n, con el fin de abordar la dif铆cil tarea de crear mecanismos de adopci贸n y adaptaci贸n al proceso global con arraigo e identidad propia. La mundializacion de la pol铆tica y de la econom铆a, y el choque cultural que permite a gran escala el avance tecnol贸gico, se topan con un proceso desarticulador, de individualizaci贸n y despolitizaci贸n social, que no s贸lo hace peligrar la estabilidad y la legitimidad de las instituciones, polarizando visiones e intereses, sino que desgasta los mecanismos creativos de hacer pol铆tica con visi贸n de largo plazo.
30.- De aqu铆 la relevancia de un empe帽o por regresarle a la idea del desarrollo econ贸mico y social, as铆 como a la planeaci贸n, su dignidad cl谩sica. No es tarea sencilla, si asumimos en toda su profundidad los cambios del mundo y las dislocaciones enormes que en la econom铆a, la pol铆tica y la cultura, en las conductas y en las mentalidades, han tra铆do consigo.
31.- Al sustituir la noci贸n de objetivos que es propia de la planeaci贸n, por la de oportunidades, que m谩s bien nos refiere al mercado y su inmediatez, la funci贸n de la pol铆tica, y en especial de la pol铆tica social, deja de ser entendida como creaci贸n de orientaciones de largo plazo, lo que redunda en su progresiva deslegitimaci贸n y agotamiento. Este debilitamiento de la conducci贸n pol铆tica equivale a perder la perspectiva que es inherente a todo ejercicio de proyecci贸n.
32.- Se impone as铆 el presente continuo, y se pone en cuesti贸n la idea misma de proporciones y prioridades. Esto es letal para los prop贸sitos de bienestar y derechos humanos, econ贸micos, sociales y culturales, que constituyen la base de la convocatoria internacional para erigir un nuevo orden global que est茅 a la altura de los riesgos y los reclamos del cambio del mundo.
33.- Pero aqu铆 y as铆 estamos: perdidos en una transici贸n sin fecha de t茅rmino y en una globalizaci贸n inevitable pero carente de rumbo. (Norbert Lechner, Las sombras del ma帽ana. La dimensi贸n subjetiva de la pol铆tica).
34.- Los retos que se plantean son enormes. Superar el malestar en la democracia y evitar que se vuelva un malestar con la democracia, como nos ha advertido el PNUD, no es el menor de ellos. Recuperar la pol铆tica porque sin ella no hay proyecto colectivo ni comunidad realmente nacional, es otro fundamental. Devolverle a la justicia social su dignidad cl谩sica de empresa com煤n latinoamericana es obligatorio. Pero podemos unificarlos en el desaf铆o mayor, hist贸rico, de reasumir la aventura del desarrollo, el de hoy y el de ma帽ana. Como lo fue ayer, cuando se pensaba que apropiarse del futuro para reinventarlo a trav茅s del desarrollo la planeaci贸n, era no s贸lo una 鈥渇antas铆a organizada鈥 como la llamara Celso Furtado, sino una utop铆a realista que nos convert铆a a los habitantes de este Extremo Occidente en contempor谩neos de todos los hombres, como quiso el poeta Paz.
35.- Nuestra conclusi贸n no arremete contra los esfuerzos de compensaci贸n y asistencia desplegados en estos lustros de redescubrimiento de nuestra sociedad como una sociedad plagada de pobreza. M谩s bien busca advertir, por un lado, sobre la cuesti贸n del tiempo que transcurre como variable implacable. Veinte a帽os s贸lo son nada en el tango. Por otro lado, quiere contribuir a la elaboraci贸n de una convocatoria que d茅 racionalidad pol铆tica y sentido hist贸rico a la propuesta de que el bien de todos depende de que se ponga por delante la pobreza y la desigualdad que da帽a sistem谩ticamente a los m谩s.
36.- A pesar de los momentos cr铆ticos que M茅xico vivi贸 el a帽o pasado, hoy tenemos que atestiguar que la cuesti贸n social sigue sin conseguir estar en el centro de la agenda p煤blica, del Estado y del resto de la sociedad. Renunciar a conocer es el primer paso en una senda que s贸lo puede desembocar en mayores extrav铆os pol铆ticos y sociales. La agenda econ贸mico-social est谩 como siempre sobrecargada. La necesidad de someterla a una tensi贸n intelectual y pol铆tica de la que pueda extraerse un juego de prioridades ordenadas por la inseguridad social y el desencanto pol铆tico no s贸lo es clara; deber铆a ser entendida como urgente para la estabilidad pol铆tica, el entendimiento social y comunitario y la consolidaci贸n democr谩tica en que los mexicanos insisten estar comprometidos.
Ciudad Universitaria, San Pedro M谩rtir, D.F. 6/7 de febrero 2007 |