JESÚS LÓPEZ. POR ESTO!
La dependencia afirmó que se girará un oficio a las dependencias locales para visibilizar la situación de trabaja infantil que se viven en el puerto.
PROGRESO, Yucatán. Ante la problemática que viven los niños y adolescentes, que han decidido abandonar sus estudios y trabajar como pescadores, la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán (Codhey) realizará un operativo, en coordinación con la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia (Prodemefa), para verificar las condiciones en las que laboran al menos estos 50 menores de edad, informó Hissarik González, directora del Centro de Investigación Aplicada en Derechos Humanos de la Codhey.
La misma dependencia afirmó que, por medio de sus facultades, se girará un oficio a dependencias locales para realizar diagnósticos que permitan visibilizar la situación del trabajo infantil del municipio, donde, a través de reportajes publicados en POR ESTO!, pudo constatarse que persisten trabajos en embarcaderos y zonas costeras de Progreso.
Parte de las funciones de la Comisión también recaen en proteger los derechos humanos de los menores, atendiendo problemáticas relacionadas con quejas de oficio, a solicitud de alguna persona o directamente del presunto agraviado, aunque se informa que en el caso del puerto aún no ha tenido lugar una demanda ciudadana de este tipo en lo que va del año.
González sostuvo que el trabajo para menores puede originarse a partir de los 16 años siempre y cuando haya un apego a la ley, además que se especifique, por ejemplo, el consentimiento de sus tutores y que las tareas a realizar no pongan en peligro su integridad, que no tenga que abandonar sus estudios y que el horario no exceda las seis horas.
La Codhey señala que se considera abuso o explotación emplear a niñas, niños y adolescentes que, en principio, no cuenten con la edad de 15 años cumplidos y cuya jornada laboral exceda de seis horas, las cuales deben estar divididas en períodos máximos de tres horas con al menos una hora de reposo, conforme lo establece la fracción III del artículo 123 de la Constitución Política y el artículo 177 de la Ley Federal del Trabajo.
Parte de los trabajos prohibidos para el menor de edad son los que se desarrollan en buques de cualquier tipo. También se incluyen otros factores, como uso de residuos tóxicos y ambiente hostil.
“El trabajo infantil es una práctica que pone en peligro el bienestar de las generaciones futuras. Es perjudicial para los pequeños, quienes son privados de su niñez, dificultando su desarrollo y en ocasiones provocándoles daños físicos o psicológicos para toda la vida. El trabajo infantil equipara a los niños con recursos no recuperables y constituye una flagrante violación de sus derechos humanos”, destacó la especialista.
Añadió que en el último operativo de exhorto en Progreso fue hace aproximadamente siete años, pues se tenía un alto registro de niños provenientes de Chiapas realizando labores en el ambulantaje de carácter comercial.
El dato más reciente de niñas y niños laborando en el Estado se encuentra en la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) realizada a pocos meses antes de la pandemia, la cual indicó que el porcentaje respecto a la población de cinco a 17 años en Yucatán es del 11.5 por ciento.
‘Gabriel’, la historia del niño que se convirtió en pescador en Progreso, Yucatán
Entre los menores de edad que se dedican a las labores de pesca a manera de tradición, se encuentra una familia de conocidos pescadores de la colonia Canul Reyes. De ellos, “Gabriel”, de 12 años, se embarcó por primera vez para zarpar a altamar por pulpo en una embarcación ribereña.
La situación de trabajo de menores de edad que acuden regularmente a los embarcaderos y zonas costeras fue relatada por un par de infantes, cuya carencia económica en el hogar por la pandemia los obligó a dejar sus estudios.
La madre de “Gabriel” explicó: “no queda de otra, de la pesca dependemos muchas familias y si al jefe de familia le va mal, también pasa lo mismo con el resto. La verdad es que no obligo a nadie. Sólo les dejo ir a pescar con la condición de que su papá los vigile, pues el mar es de respeto y sé que pueden ocurrir desgracias ahí”. Mencionó que un conocido de la familia es tripulante del barco “Óscar Daniel”, del cual se desconoce su paradero desde el primer cuatrimestre del año.

Al hacer mención de los vicios que pueden originarse en sitios como el puerto de abrigo, como el alcoholismo y la drogadicción, la entrevistada sólo sonrió sin decir nada, mientras preparaba la comida de un adulto mayor y cuatro niños, de entre dos y 14 años. “Gabriel” es el penúltimo hijo del matrimonio entrevistado, cuya morada es de cartón y láminas.
Por su parte, “Gabriel” se limita a opinar, dejando que su madre explique que la paga en este caso, es diferente a la de un adulto; los menores de 15 años no suelen bajar en alijo por producto del mar por lo que ganan 10 mil pesos por viaje (de 20 a 25 días) que reciben sus tutores, así como también algunos kilos del ejemplar por el que se acudió a la embarcación de navegación mayor. Cabe recalcar que un adulto obtiene por la misma jornada, de 15 a 20 mil pesos.
“Mucha gente suele criticar al pescador, pero la necesidad por la que se pasa nadie la imagina. El año pasado que la pesca estuvo escasa hubo días en los que sólo comíamos dos veces, de mañana y noche. Contar dinero y ver que tienes menos de 100 pesos para alimentar a tus hijos es algo que se vive y que mucha gente en la sociedad y, sobre todo de la política, jamás podría imaginar”, indicó.
“Joel” y “Francisco” son hermanos de 14 y 17 años de edad que acuden por la mañana al embarcadero “La Caleta” para ayudar a un familiar a descargar producto, hacer labores de limpieza o ayudar a la reparación de alijos.
“Lo que caiga, a veces nos dan 100 pesos, otras veces hasta 500 si están de buena gente los dueños. Cambia mucho si les va bien o les va mal cuando regresan al puerto, lo malo es que también ha habido veces donde nos ponen a trabajar y no nos pagan. Tampoco son tan buenas gentes los señores, por eso es más seguro venir con la familia”, dijo el mayor de los hermanos. Ambos afirmaron residir en la comunidad de Flamboyanes.
Su rutina empieza alrededor de las 6:00 horas, tanto en los puertos de atraque como en la zona de playa, según el punto donde elijan ganar dinero por labores de ayuda. Recalcaron que los viajes en lancha también los rechazan si no es con una persona de confianza.
“Al joven siempre lo van a utilizar como ´conejillo de indias´, en los barcos grandes, sobre todo, si no tienes quién te eche la mano; nos mojan o te dicen albures y si te bautiza la tripulación hasta te ponen ropa de mujer. Suelen darse también los ´tiros´ a golpes entre los más chavos para que graben con su celular los más grandes. Es sobrevivir si quieren dinero”, aseguró el menor de los hermanos, cuyos pasajes los conoce por medio de material audiovisual que circula entre pescadores.
Constatan rezago educativo
En cuanto al rezago educativo, un ejemplo se da en la primaria “Mártires de Chicago”, que mantiene la matrícula más alta en el municipio con 414 estudiantes, de los cuales sólo cinco acuden a clases presenciales.
“Desde la pandemia hemos tenido muy poca actividad presencial. Persiste el temor de los papás de que se enfermen sus niños. Hemos mantenido la educación digital que sólo cuando se tiene acceso a los dispositivos resulta benéfica. Aunque en cualquier momento los padres pueden expresar un cambio de modalidad, no hemos sabido de ello”, detalló la directora Telma León Castillo.
A nivel secundaria, la escuela “Benito Juárez García” ha perdido este ciclo escolar alrededor de 50 jóvenes dentro de su censo de 586 inscritos. Sólo en el primer año se estiman más de 20 alumnos que abandonaron la escuela, mientras que en segundo y tercero se contabilizaron un par de decenas.
“Hemos llamado a sus hogares y la razón es la misma siempre: no hay sustento para sus gastos escolares. Es más fácil para ellos ir a trabajar con sus padres y ganarse unos centavos. El 100 por ciento de los casos esa respuesta nos han ofrecido”, expuso Juan Lucio Medina Ruiz, titular del colegio.