ANTIMIO CRUZ. CRÓNICA.
Logran vender bonos por 300 mil toneladas de carbono capturado, a un precio mínimo de 10 dólares la tonelada, cuando en otras partes del mundo se pagan entre 3 y 5 dólares por tonelada.
Para llegar a la comunidad de San Migue Maninaltepec, en la Sierra Juárez de Oaxaca, es necesario manejar por caminos de terracería entre tres y cuatro horas. En un mapa no parece tan alejada de la capital del estado, menos de 100 kilómetros separara a ambas localidades, pero cuando se aborda un vehículo alto e inicia el recorrido real los visitantes cobran conciencia que la piedra y tierra de la brecha no permite avanzar a más de 20 kilómetros por hora.
Así se recorren 83 kilómetros y se entra a un impresionante ecosistema donde los pinos, helechos y plantas epífitas constituyen algo que bien puede compararse con los bosques de los cuentos de duendes y hadas. Es tierra de venado, puma, jabalí, coyote, águila, ardillas y una extraña especie de gallinas silvestres parecidas a pollos juveniles de granja, pero de color negro.
Esa es una de las 12 regiones donde comunidades indígenas y campesinas de Oaxaca han decidido que no se transforme el bosque porque han probado con éxito el modelo de venta de bonos de carbono. Ese es el modelo científico y técnico que les permite certificar que cuando sus bosques crecen saludables y aumentan su grosor, retiran de la atmósfera toneladas de dióxido de carbono liberado por actividades industriales y domésticas en las ciudades.
“Nuestro lema es: Nos hermanan 12 comunidades, cinco etnias, cuatro regiones y un objetivo: el cuidado a la Madre Tierra”, explica el ingeniero agrónomo, Carlos Marcelo Pérez, gracias a quien fue posible que Crónica visitara la comunidad de San Miguel Maninaltepec, donde las autoridades locales mostraron el proyecto de conservación de bosques.
Carlos Marcelo es oriundo de la comunidad zapoteca Capulalpam de Méndez, también en la Sierra Juárez o Sierra Norte. A lo largo de los últimos 20 años ha recorrido más de un millón de kilómetros de caminos y brechas de diferente tipo para acudir a las asambleas de comunidades y así explicar y convencerlo de que hay otro modo de generar ingresos para las familias, sin destruir el bosque. Es un héroe desconocido de la protección ambiental.
En la última década, las comunidades que se han ido afiliando a su movimiento se han constituido legalmente como ICICO: Integradora de Comunidades Indígenas y Campesinas de Oaxaca. Juntos han logrado capturar carbono, certificarlo y vender bonos por 300 mil toneladas de carbono capturado, a un precio mínimo de 10 dólares la tonelada, cuando en otras partes del mundo y otros modelos de bonos pagan entre 3 y 5 dólares por tonelada.
“Esta organización es única a nivel nacional y yo creo que incluso a nivel latinoamérica porque es una organización que está conformada por comunidades. Es decir que los socios fundadores de la organización y quienes tienen la última palabra acerca de qué se hace con la organización son las doce comunidades que la conforman”, dice el fundador y director general de ICICO.
¿Pero quiénes compran los llamados Bonos de Carbono? Son empresas, gobiernos locales y eventos públicos y festivales que están conscientes de que sus actividades generan emisiones y separan una parte de sus ganancias para compensar esa liberación de Dióxido de Carbono Entre ellas están empresas como Viva Aerobús, Uber Planet, Disney y, dos de las más fieles a lo largo de estos años: la ciudad de Palo Alto, California y Laboratorios Chinoin.
VENDEDORES DE AIRE LIMPIO
Las 14 mil hectáreas de bosque y selva baja que rodean San Miguel Maninaltepec parecen el ejemplo perfecto de parajes donde la mano del ser humano no ha alterado las interacciones naturales. Al proteger esas tierras de incendios, plagas y tala clandestina, los dueños están en condiciones de someterse a evaluaciones técnicas y científicas que miden y calculan el crecimiento del bosque.
Lo mismo ocurre en otras once comunidades de cinco etnias: chinantecos, zapotecos, mixes, chatines y mixtecos. Lo interesante de esta experiencia es que combina la parte biológica, ecológica y forestal con un respeto profundo a las formas de organización y gobierno de las comunidades indígenas y campesinas. En cada comunidad la autoridad máxima es la asamblea, y en ICICO, la autoridad máxima es la asamblea de comunidades.
“Pues aquí hay una asamblea de comunidades donde participan todos los comisariados comunales, de todas las comunidades que son socias. A ellos se les rinden informes y se les da cuenta de todas las actividades que hacemos y s una forma de transparentar todos los recursos que hacemos. Incluso, cuando se hace una venta, ellos saben a quién se le va a vender, a cuánto se le va a vender cuánto se le queda a la organización y cuánto le queda a la comunidad”, explica el Ingeniero Carlos Marcelo Pérez.
Y cada decisión requiere del diálogo con la gente más respetada de cada comunidad. Siempre se platica con las personas adultas, con los más, de mayor edad, que son quienes dan la pauta a seguir. Pero también se platica con cualquier miembro de la comunidad que esté interesado en lo que se está haciendo en el bosque, para lo cual se trabaja con traductores en mixe, zapoteco, chinanteco o en chatino, que es con los que trabajamos. De esa manera se juntan y trabajan todas las comunidades con los Ingenieros Agrónomos y Licenciados en Ciencias Ambientales de ICICO.
El resultado de dialogar dentro y entre comunidades no sólo es vender bonos de carbono, sino fortalecer el tejido entre pueblos muy diferentes entres sí.
“Y, como debes de saber, pues aquí en Oaxaca son muchas las personas que son de diferentes etnias, incluso de diferentes religiones y partidos, y con todo eso debes convivir en las comunidades. Es algo bien grato y bien gratificante porque al final de cuentas lo que tú puedes hacer por ellos puede ser inclusive algo de vida ¿no?”, dice el Ingeniero Carlos Marcelo.
CÓMO CALCULAR LOS BONOS
¿Cómo de se mide científicamente la captura de carbono? ¿Cómo demuestran científicamente a las empresas que sí han capturado dióxido de carbono de la atmósfera?
Cuando los animales respiramos hay un intercambio de gases: entran en nuestro cuerpo miles millones de moléculas oxígeno (O2) y salen de nuestro cuerpo millones de moléculas de dióxido de carbono (CO2). En las plantas ocurre un proceso inverso: cuando los árboles y otros vegetales respiran, a través de sus hojas y espículas, entran en su cuerpo millones de moléculas de dióxido de carbono (CO2), capturan el carbono (C) para formar madera y liberan millones de moléculas de oxígeno respirable (O2). Así constituyen su tronco y ramas.
Cuando un árbol se vuelve más alto o sus ramas se hacen más gruesas, al respirar, es porque captura carbono y lo transforma en madera.
Los ingenieros agrónomos y licenciados en ciencias ambientales que trabajan para las comunidades de Oaxaca miden el crecimiento de los bosques con protocolos muy estrictos que han sido validados internacionalmente. Los mismos se tienen que contrastar con medidas de fotos aéreas y visitas de campo, seleccionadas con mecanismos que impidan sólo cuidar una región y presentar “números alegres” a los compradores.
“El protocolo que estamos utilizando se llama Protocolo forestal para México. Fue desarrollado por Climate Action Reserve, que es una organización en Estados Unidos y el margen de error que nos permite para diámetros es un centímetro y para alturas de hasta cincuenta centímetros”, explica Carlos Marcelo Pérez.
Él aclara que medir el crecimiento de los árboles requiere de una metodología donde se identifican aleatoriamente zonas del bosque como muestra para medir el crecimiento, con una especie de malla de puntos, y se vigila a lo largo de dos años, antes de poder vender los bonos de carbono.
Este sistema, que se ha perfeccionado en los últimos cinco años, aporta un margen de error muy muy pequeño y se trata de incluso reducir más ese margen con la utilización de cintas diamétricas. Para la medición de alturas se utilizan aparatos electrónicos que se llaman ipsómetros, y lo que permite calcular la distancia de donde estan haciendo la medición al árbol a través de una medición láser.
LOS BONOS
La eficiencia de ICICO para generar trabajo y frenar la migración generó el interés de científicos como la Doctora Elizabeth Shapiro, de la Escuela de Ecología, de la Universidad de Duke, Carolina del Norte.
“Ellos hacen también unas labores de entrenamiento de habilidades muy específicas; especialmente acerca de cómo medir y documentar la captura de carbono, a niveles técnicos increíbles y hacen un trabajo realmente hermoso al respecto. Muchas de las personas que están entrenando son los jóvenes, las mujeres y principalmente quienes no tienen trabajo”.