LILIANA MARTÍNEZ LOMELÍ. EL ECONOMISTA.
A finales de cada año, las grandes firmas de consultoría en producción de alimentos, promoción de productos de consumo y marketing gastronómico publican reportes acerca de las principales tendencias alimentarias para el año nuevo.
Muchos de los tomadores de decisiones de diferentes empresas del ramo se basan en estos reportes para tener una brújula más o menos acertada de hacia dónde se dirigen las preferencias de los consumidores de productos alimenticios. Sin embargo, establecer estas tendencias no responde solamente a ver qué productos se vendieron más en el mercado, o qué cosas están de moda en redes sociales.
Por esta razón, es que al revisar diferentes reportes, uno puede percatarse de que en realidad, pocos son los puntos en los que se coincide, en función no sólo del público al que van dirigidos, sino también la metodología seguida para hacer las “predicciones”. Al final, no es que se tenga una bola de cristal para analizar el futuro, sino que se tiene que tomar en cuenta un análisis exhaustivo no sólo de cómo se han comportado los consumidores en el año anterior, sino también sobre las condiciones sociales e históricas, económicas y ecológicas por las que atravesamos para intentar entender hacia dónde vamos. Aventurarse a predecir ciertos comportamientos, es como intentar leer el futuro. Ya el año pasado sucedía cuando a raíz de las primeras noticias sobre la existencia de vacunas contra el Covid-19, se vaticinaba que hacia la mitad del 2021 las cenas de lujo en restaurantes iban a tomar fuerza, lo cual no sucedió como se esperaba.
Lenta ha sido la recuperación de la industria gastronómica, y en cuanto a productos de consumo, es evidente que continúa la crisis de logística para ciertos insumos. Un punto en el que varios reportes coinciden es en el regreso a lo local. Algunos consumidores lo hacen por activismo (por la conciencia hacia la mayor producción de gases contaminantes implicados en el transporte de mercancías), pero muchos otros también lo harán porque lo verán reflejado en el aumento de precios de algunos productos.
Existen otras tendencias que son más fáciles de seguir, puesto que no se limitan a un año cronológico, sino a sucesos producto del comportamiento de una generación o al uso del internet, por ejemplo. Entre estas tendencias encontramos que las generaciones más jóvenes están dando un poco más de valor a la trascendencia cultural de lo que comen puesto que antes de estos momentos, pocas veces se habían cuestionado sobre el valor histórico o cultural de un producto en específico.
Otra de las tendencias que no se circunscriben a un solo año, es la preocupación por la comida saludable. Sin embargo, en los últimos dos años de pandemia esta categoría no fue la más fuerte, puesto que la incertidumbre y el agotamiento físico y mental que la pandemia ha dejado, ha hecho que los consumidores volteen a ver más la comida de la nostalgia o que les da confort. Además de estos hallazgos, es común encontrar que algún ingrediente en específico se pondrá de moda (por relaciones de posicionamiento de producto) o que hay un regreso de un cierto tipo de platillos muy popular en alguna otra época. Lo cierto es que más allá de las “tendencias” podemos entender que nuestras decisiones son producto de los momentos y circunstancias históricas que nos han tocado vivir, más allá de un gusto individual.