ALBERTO BARRANCO. EMPRESA. EL UNIVERSAL.
Prevista para el próximo lunes en Bruselas, Bélgica, la siguiente ronda de negociaciones para ampliar y modernizar el Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea, el país le meterá la máxima presión para cerrar el capítulo a nivel de los delegados acreditados de las 10 naciones en concierto.
De no ser así, la pinza apuntaría para que el punto final se diera sólo a nivel ministerial. La intención es cerrar la cortina el día 20.
El apresuramiento, lo adivinó usted, apunta a mostrar al gobierno de Estados Unidos que el mundo no se acaba sin el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, vamos que México tiene opciones alternas para colocar sus exportaciones sin aranceles.
En la ruta, se está buscando la vía para revivir el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en ingles), que se quedó en el limbo justo tras la salida de Estados Unidos cuando la negociación estaba en vías de ratificación por los Congresos de los 12 países.
Adicionalmente, se negocia a toda velocidad para acuerdos bilaterales con naciones como Argentina, además de Uruguay y eventualmente Brasil.
Sí hay, pues, Plan B.
Aunque al interior de Estados Unidos la presión es cada vez más intensa a nivel del sector agrícola, la Casa Blanca amarra por su lado el sí de las grandes empresas a una eventual ruptura del acuerdo, sobre la base de la baja de 15 puntos del Impuesto sobre la Renta.
El lunes pasado los teléfonos de la residencia oficial del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se bloquearon ante una catarata de llamadas de los agricultores, ganaderos y demás derivados y conexos para exigir la continuidad del TLCAN.
Ni los veo ni los oigo, diría el empresario vuelto político.
El problema es que la prisa por cerrar el tema del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea se podría llevar entre las patas a productores del sector agroindustrial al integrarse nuevos capítulos al acuerdo, por ejemplo, frutas.
México, pues, podría canjear la exportación de productos novedosos a la zona, el plátano por ejemplo, por otros de gran potencial para los europeos.
Tú me vendes, yo te vendo.
Uno de los sectores en peligro podría ser el de la leche, en un escenario en que la región produce 20 mil 312 millones de litros al año frente a los 4 mil 500 millones del país, por más que el producto es más barato aquí, a contrapelo de los enormes subsidios de allá.
La propuesta plantea un ingreso inicial libre de arancel, o bajo el esquema de “cuotas”, de 100 mil toneladas del lácteo… frente a los 8 mil que han llegado al país, en promedio, en los últimos cinco años.
De hecho, en afán de no hacer mayores olas, el jueves pasado se reunió en la Secretaría de Economía a los representantes de la Federación Mexicana de Lecheros y la Confederación Nacional de Asociaciones Ganaderas.
En la carambola, los países europeos están exigiendo que, abierta de par en par la posibilidad de exportar quesos, se respeten las denominaciones de origen de éstos, es decir el nombre genérico de productos sólo procesados en determinadas regiones.
Estamos hablando, por ejemplo, de quesos gouda, edam Boeren-Leidse y kanterkaas de Holanda, los gailtaler almkäse y tiroler almkäse de Austria; el odenwälder de Alemania.
La paradoja del caso es que la exigencia impediría el ingreso de quesos similares fabricados en Estados Unidos con diferentes nombres, lo que le daría otro empujoncito a la tumba al TLCAN.
Disparo en la oscuridad.