Ante la insistente demanda de atender el impacto del cambio climático en el campo agrícola, surge la iniciativa de revisar no sólo las formas de producción de alimentos sino también las fechas de producción de los mismos.
Por años se ha señalado de manera reiterada que hay un calendario natural de producción agrícola que se ha practicado en nuestro país desde la Colonia y en los diferentes ecosistemas incluyendo los del altiplano. Los sistemas agrícolas establecidos desarrollaron toda una cultura de cuándo preparar la tierra, cuándo sembrar, cuándo cosechar, etc., que cumplió su papel por muchos años. Pero ahora ante el cambio climático debemos preguntarnos que pasará con los calendarios agrícolas del país.
En febrero de 2011 se planteó un escenario de emergencia porque había helado en el estado de Sinaloa y se habían afectado las siembras de maíz blanco, gramínea básica para la elaboración de tortillas, alimento base el pueblo mexicano. Ante esta emergencia, se diseñó como estrategia resembrar, lo que por supuesto implicó el comprar la semilla para tal fin a una empresa trasnacional. Se resembró y se cosechó el grano en cantidad suficiente para cumplir en algo con la seguridad alimentaria del año. Se reportó que dicha condición climática se extendió también a Sonora afectando severamente los cultivos de esa zona.
Lo importante de destacar es el hecho de que desde hace aproximadamente 40 años de manera prácticamente rutinaria año tras año hay eventualidades climáticas que afectan la actividad agrícola. Destacan las irregularidades de las lluvias, inundaciones y las heladas como factores mayores del porqué no alcanzamos la seguridad alimentaria en por lo menos los alimentos básicos: maíz, frijol, arroz, trigo, solo por citar algunos.
Si el clima deja de ser el aliado de la producción agrícola tradicional, aún de la de subsistencia, entonces se tendrá que revisar y proponer qué se puede hacer ante la máxima de que hay que alimentar a la población. La demanda de alimentos del campo seguirá siendo una constante en todo el orbe y en los tiempos recientes se ha reiteradamente anunciado que tendremos que producir más para poder atender la demanda de 7 mil millones de habitantes. Para el caso de México tendremos que revisar en los centros de investigación alternativas para proponer opciones, si es que las hubiera, a los responsables de la política nacional y a quienes toman las decisiones de qué sembrar, cuánto sembrar y en dónde sembrar.
Otra acción paralela debe ser el analizar la zonificación de cultivos. Insistir que por décadas siempre se ha sembrado un cultivo en ciertos lugares, a pesar de los reportes de la evidente reducción de los rendimientos es un punto de más revisión. La sabiduría de la roza-tumba y quema el sistema agrícola ancestral de los mayas yucatecos por ejemplo, anotan que después de máximo dos años, hay que cambiar de lugar si se desea alta productividad y reducción de plagas y enfermedades. El modelo de agricultura trashumante era una forma de asegurar alta productividad. Los suelos se agotan, rezan los sabios agricultores campesinos. En tiempos modernos aseguramos nutrientes a la tierra a base de aplicar fertilizantes químicos y el control de plagas y enfermedades por quemas, que en muchas ocasiones se realizan, y por la aplicación de pesticidas en la mayoría de los casos. La tierra es de quien la trabaja, máxima revolucionaria, pero esa tierra demanda reposición de nutrientes y sanidad, si se desea que el campesino se arraigue a su tierra y esta le dé de comer.
El costo de los fertilizantes es cada día más costoso y por supuesto que para que estos estén accesibles a la planta se requiere de agua, mucha agua elemento crítico que forma parte de la ecuación del cambio climático. Sin suelo fértil con suficiente agua, no hay buena cosecha, independientemente que se tengan las mejores semillas mejoradas. Sigue siendo una gran derrota al modelo agrícola nacional de producción el que haya productores que al no tener alternativa tengan que recurrir a la agricultura de ladera, que pauperiza en pocos años dichos nichos por la pérdida del poco suelo de esos sitios. La erosión galopante en esos sitios, sigue adelante y lo lamentable es que no es posible restaurar en el corto plazo esos lugares, amén del costo de hacerlo y muchas veces no existe experiencia suficiente de cómo hacerlo.
Finalmente ante el cambio climático hay que innovar cambiando de cultivos. Seguimos aferrados a cultivar no más de 20 diferentes especies, que son las que vemos en los supermercados. Según los reportes de los etnobotánicos en México hay más de 100 diferentes especies que se han reportado que se consumen, en nuestro país. La milpa como sistema agrícola es un modelo que hay que retomarlo por la plasticidad del mismo. Se siembran en el mismo predio y prácticamente al mismo tiempo gramíneas, leguminosas y otras especies de diferentes familias que se van cosechando dependiendo de los ciclos de vida de cada una de las especies sembradas. Algunas son francamente precoces, mientras que otras son de ciclo largo. Algunas se consumen como verduras y otras como semillas. La milpa se practicaba prácticamente en todas las culturas mesoamericanas. El monocultivo fue una innovación occidental que se impuso pero por lo que estamos experimentando, tendrá que ceder ante el cambio climático. Afortunadamente todavía hay tiempo para hacer las pruebas necesarias para cotejar si la milpa sería una opción a probar. Asumamos que se descarta la milpa y se insiste en el monocultivo con las mismas especies Se anticipa entonces como alternativa que tendrán que sembrarse variedades precoces y de alta plasticidad.
El reto es claro, tenemos que generar alternativas innovadoras ante el cambio climático. Una acción es revisar los sistemas agrícolas ancestrales para saber si ofrecen alguna o algunas opciones. La otra alternativa es generar nuevos modelos de producción que permitan asegurar alimentos. Lo cierto es que el modelo actual de producción nacional debemos de revisarlo a fondo, acción que sólo pueden hacer las instituciones académicas y de investigación con las que cuenta el país.
*Coordinador de Agrociencias. Academia, Mexicana de Ciencias.
Miembro del CCCiencias
Investigador Centro de Investigación, Científica de Yucatán
Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República