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Gente del mar

MIRNA HERNÁNDEZ. EL SOL DE TAMPICO.

Testimonios estremecedores de los que han trabajado, convivido, gozado, pero también sufrido en alta mar

Naufragios, asombro por la inmensidad de la naturaleza, miedo a la muerte, nostalgia por la familia, desafíos constantes y muchas otras emociones se entretejen en las historias de vida de marinos tampiqueños / Mirna Hernández

Naufragios, asombro por la inmensidad de la naturaleza, miedo a la muerte, nostalgia por la familia, desafíos constantes y muchas otras emociones se entretejen en las historias de vida de marinos tampiqueños, componentes de la comunidad de 1.5 millones de navegantes en el mundo y que cada 25 de junio son homenajeados con el Día de la Gente del Mar.

Se estima que 90% del comercio mundial recurre al transporte marítimo o fluvial, que a su vez de la tripulación de buques y, por consiguiente, los marinos son esenciales al comercio internacional y al sistema económico global.

Empero esta comunidad también la integran trabajadores de plataformas, pescadores y empleados portuarios.PUBLICIDAD

EXPERIENCIA DE VIDA

Cap. Salomón Antonio Nicanor navegó once años los mares del mundo / Mirna Hernández

El abrumador sol de la primavera de 1989 y la inmensidad del mar parecía que se solazaban esperando la agonía y muerte de Salomón Antonio Nicanor, joven piloto naval que meses antes había egresado de la Escuela Náutica Mercante de Tampico, con todas las promesas de la vida.PUBLICIDAD

Días antes estaba feliz, pues había ascendido como oficial del buque granelero “Koba”, de la empresa Navisur. Zarpó de Tampico para descargar a Puerto Progreso. No imaginaba lo que el destino le tenía preparado.

Había navegado algunas horas cuando en inmediaciones a la Isla de Lobos, Veracruz, el viejo barco no pudo más, comenzó a fallar y la pericia e intentos para salvarse del naufragio fueron inútiles. Los años, la carga y las deficiencias en el mantenimiento lo partieron en dos, ante el terror y azoro de sus diez tripulantes.

Nada pudieron hacer, solo salvarse en dos lanchas inflables. Uno de los marinos sucumbió con el buque y desapareció en la inmensidad del Golfo de México.

Le siguieron cinco días y noches terribles, el martirio era insoportable. Con el intenso sol, la falta de agua y alimento, la muerte rondaba en todo momento. Tal vez la vida le daba la oportunidad para reconsiderar si era lo que deseaba al veracruzano, nacido en Tamalín, en una de familia de comerciantes y ganaderos.

Tras ser rescatado por pescadores al capitán Antonio le quedó claro: era lo que deseaba, navegar por el mundo.

Han pasado algunas décadas, pero los once años de travesía no se olvidan, quedan para siempre en la memoria.

El mar le dio mucho. Ganó confianza, disciplina, experiencia, seguridad y temple. Y hoy le permiten ocupar la gerencia de Operaciones de la Administración Portuaria Integral de Tampico.

Recorrer puertos de África del Norte, Turquía, Egipto, Alemania, España, Portugal, Inglaterra, Irlanda del Norte y otros muchos más de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica a bordo de distintas embarcaciones dedicadas al transporte de productos químicos, le recompensaron la terrible odisea del naufragio.

Como hombre de mar, sabe la responsabilidad humana de cuidar los oceános, de salvarlo de la destrucción del cambio climático, porque es mucho lo que prodigan a la humanidad.

MUJERES EMPODERADAS EN LA VIDA MARÍTIMA

Este año, la Organización Marítima Internacional (OMI) resalta la importancia y el valor de contar con mujeres en la profesión, promover su empoderamiento y ampliar su oportunidad en el desempeño de carreras y profesiones.

Cap. Guadalupe Idinia Chávez Maza, desafió prejuicios sociales / Mirna Hernández

Pertenecer a la segunda generación de mujeres con Licenciatura de Piloto Naval, hace dos décadas, era desafiar prejuicios sociales, pero eso no importó a Guadalupe Idinia Chávez Maza, generación 1985-1988 de la Escuela Náutica Mercante de Tampico, porque el mar la recibió con los brazos abiertos.

Su primer trabajo lo desempeñó en el transbordador “Cozumel”, utilizado para labores de cabotaje transportando alimentos, bebidas y autotanques de Puerto Morelos a Isla Cozumel, en Quintana Roo.

Apenas había cumplido los 22 años de edad, pero no tuvo dificultades para integrarse al cuerpo de tripulantes. Era la primera mujer como oficial a bordo, pero fue bien recibida por sus compañeros, quienes con respeto le instruían sobre el aprendizaje del oficio de navegante.

Empática y de fácil hablar, pronto ascendió y de tercer oficial pasó a primero. Sabía que era la mejor decisión de su vida al cursar la carrera de piloto naval, aunque desafiaba las costumbres sociales de que ese trabajo era solo para hombres. Sus sueños eran muchos y uno de ellos era convertirse en capitán de altura, porque para un marino es la máxima responsabilidad. Disfrutó todas sus experiencias en el Caribe y el Sureste mexicano, donde después tuvo la oportunidad de convertirse en capitana de un barco de pasajeros propiedad de la naviera “Cozumeleña”.

Aquí abrió plaza para todas las mujeres que llegaron después al buque turístico y de pasajeros, el cual enlazaba a Isla del Carmen con Playa del Carmen, donde era bien vista por los pobladores.

Su profesión no le impidió la maternidad y decidió hacerlo convirtiéndose en madre de María Fernanda y Alejandra Borge.

Así, dio descanso a su carrera para dedicarse a la crianza de sus hijas. Pero llevaba dentro de sí el amor por el mar y decidió regresar diez años después, al incorporarse como oficial instructor al buque escuela “Náuticas México”.

Antes actualizó sus conocimientos, lo que le facilitó convertirse en instructor del barco de aprendizaje de cadetes de las escuelas náuticas del país.

Pero finalmente, tras el cierre de la embarcación se incorporó como docente al plantel tampiqueño, donde hoy es jefe de la carrera de Piloto Naval y tiene la responsabilidad de adiestrar a los jóvenes sobre esta profesión, que implica también un gran compromiso.

AMOR PERMANENTE POR EL MAR

Cap. Margarita Vela Pérez, piloto naval y de las primeras mujeres mexicanas que tripuló buques petroleros / Mirna Hernández

Para Margarita Vela Pérez la decisión de cursar la Licenciatura de Piloto Naval no tuvo complicaciones. Hace dos décadas no había muchas mujeres trabajando en los océanos. Todavía era un trabajo exclusivo para los varones.

Mujer de carácter, tuvo la suerte de embarcarse pronto. En aquel tiempo había ofertas de trabajo suficiente. A diferencia de lo que habría que suponerse, en su primera experiencia a bordo del buque petrolero “DAGMAR”, sus compañeros la arroparon y guiaron en sus inicios.

Su fuerza de decisión le permitieron ascender rápido y pronto se convirtió en guía del buque “México 3”, de la línea Mexicowaterjets. Administrar tripulantes en un mundo de hombres es un reto que se suma a la responsabilidad total de una embarcación y sus navegantes.

Aprendió mucho, a pesar de que los días y las noches son de encierro en espacio pequeño, sólo abrazados por la inmesidad del mar.

Así transcurrió su vida. Fueron 18 años de enseñanza y aprendizaje continuo. Tocando puertos de Estados Unidos, Colombia, Panamá, Honduras, Venezuela, El Salvador, Nicaragua, pero también de España, Portugal, norte de Argelia, Golfo de México y muchos más incluidos en el mapa del comercio marítimo mundial.

Fueron buques gaseros, remolcadores, petroleros, plataformas, ferries de carga, de pasajeros y barcos casinos donde demostró su capacidad, arrojo y experiencia para la compañías Weitsa, Bajaferries, Marítima Chankanaab, Naviera San Miguel, TMM, México Waterjets, Sematur y el buque escuela “Náuticas México”, de Fidena.

La navegación le dio oportunidad de tener una perspectiva diferente de la vida, sobre todo cuando enfrenta experiencias difíciles y afronta con éxito la amenaza de que el buque a cargo encallará en cualquier momento y de tu destreza depende salvarlo, para impedir daño al medio ambiente.

Como todos los marinos, sabe de la tristeza de dejar muchos meses a la familia y como mujer comprueba que no es fácil compartir esa tarea con la maternidad.

Ahora está dedicada a la labor docente en la Escuela Náutica Mercante de Tampico, donde participa en la formación de las nuevas generaciones de marinos.

¿Qué ha recibido del mar? Mucho, y ella siente el compromiso total de cuidarlo, de salvarlo de la contaminación global y que la humanidad aprenda a respetarlo para las futuras generaciones.

EFEMÉRIDES

La celebración del Día de la Gente del Mar fue decretada el 24 de junio de 2010 por la Organización Marítima Internacional. Tiene como objetivo aumentar la conciencia entre la comunidad sobre la importancia de los marinos y difundir por qué y de qué manera, la gente de mar es indispensable para el planeta.

Gente del Mar - Segunda y última parte

Un día, José Armando Chaires Castillo recibió la oferta de trabajar como cocinero en una plataforma petrolera para la compañía Cotemar, en la Sonda de Campeche

Experiencias únicas en diversos puertos del mundo, regalo de la vida para la gente del mar / Mirna Hernández

José Armando dejó su negocio de tacos en este puerto para embarcarse / Mirna Hernández

Un día, José Armando Chaires Castillo recibió la oferta de trabajar como cocinero en una plataforma petrolera para la compañía Cotemar, en la Sonda de Campeche.

La decisión fue rápida. Dejaba su negocio de tacos en este puerto para embarcarse. Allí permaneció tres años, pero fue liquidado y regresó a Tampico.

Pero su vida ya le pertenecía al mar y regresó contratado por otras compañías. Sus vivencias como marinero y cocinero son muchas, pero sobresalen algunas como guisarle al entonces presidente Vicente Fox, quien hizo un recorrido por la platatorma habitacional “Safe Britania”, en esa región petrolera, la más importante hasta ahora en el país.PUBLICIDAD

La rutina le cambió ese día al integrarse en el equipo de cocineros que atendió al controvertido político panista, su comitiva y acompañantes del Estado Mayor Presidencial, quienes quedaron fascinados con su especialidad de camarones al coco.

José Armando Chaires Castillo, cocinero tampiqueño que cruza océanos / Mirna Hernández

VIAJE A CHINA

Los desafíos acumulados son muchos, sobre todo separarse de la familia por largo tiempo, como sucedió en su viaje a puertos de China a bordo del barco lagunero propiedad de la naviera Marinsa. Fue una experiencia única y contemplar por tres meses el atardecer en los helados puertos asiáticos fue increíble, un regalo de la vida que no esperaba.PUBLICIDAD

Pablo Castillo Mata con más de 40 años como capitán de un camaronero / Mirna Hernández

Desde el año 2000 que comenzó su vida marina, sabe que es lo suyo; “solo iba por un tiempo, pero me gustó la vida en los océanos y se volvió mi modo de subsistencia”.

Para el padre de familia tampiqueño es satisfactorio preparar los menús diarios para la tripulación de plataformas semisumergible, barcos cargueros y abastecedores, donde se ha desempeñado con anécdotas salpicadas de sorpresas, como la amenaza de naufragio por la inesperada inclinación de una superestructura en el Golfo de México y que pudieron superar con la capacitación y prácticas en seguridad.

A Armando el mar le ha enseñado mucho. Le ha dado asombro con su inmensidad y sus amaneceres, y felicidad cuando regresa a casa.

Aunque ha estado lejos de sus hijas Emily y Ashley, no se arrepiente, pues al final el sacrificio ha valido la pena con la generosidad de su trabajo y como él, muchos otros hombres y mujeres que laboran en los oceános.

PESCADOR POR SIEMPRE

Dedicarle 40 años de existencia a la pesca de camarón café en el Golfo de México no ha sido fácil para don Pablo Castillo Mata. Como hombre de mar, ha disfrutado la celsitud del Océano Atlántico, pero también ha padecido la furia de su naturaleza.

Es hijo adoptivo de Tampico, a donde llegó procedente cuando joven de Jalisco y por azares del destino decidió embarcarse y convertirse en capitán de un camaronero, que lo llevaría a zurcar desde entonces la interminable masa de agua, a la que aprendió a amar como compañera permanente.

Hoy, con 69 años de vida, don Pablo no tiene planes de retirarse. Aunque ha padecido problemas de salud y es esposo, padre y abuelo, le tiene al mar un gran afecto, pues allí aprendió a conocer su inmensidad, saborear sus bondades y la urgencia de protegerlo.

Ha vivido más a bordo de los ocho camaroneros que en casa. No sabe cuándo dejará de navegar, pero la decisión se la deja a Dios. Pausado, porque eso lo ha aprendido en su contacto perenne con la naturaleza, dice con nostalgia que las cosas han cambiado, pues hoy las cosechas de la preciada especie son mínimas, comparadas con las de hace pocas décadas.

Los desafíos son muchos, como separarse de la familia por largo tiempo / Mirna Hernández

Su travesía no ha estado exenta de sorpresas y recuerda que durante el huracán “Gilberto”, uno de los más intensos, devastadores y mortíferos registrados en el Océano Atlántico, en septiembre de 1988, su vida y la de sus compañeros pendió de un hilo al tomarlos a unas horas dde llegar a Tampico, pero pudieron salvarse gracias a maniobras para soportar el embravecido mar. Su existencia como pescador está salpicada de vivencias particulares y otros incidentes que le sembraron temple y seguridad, como fue la amenaza de hundimiento de su embarcación, a 60 millas de Campeche,

Ha estado en tierra algunos meses por cuestiones de salud, pero añora el mar y está convencido que debe regresar, pues está seguro que ha nacido para vivir en él.

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