LILIANA MARTÍNEZ LOMELÍ. EL ECONOMISTA.
Una de las tendencias del 2019, según las búsquedas de usuarios de redes sociales, sobre todo de aquellos identificados entre los 18 y 35 años, es el hecho de querer aprender a cocinar.
Los libros de recetas en el siglo XX estaban dirigidos, tácita o directamente, hacia un estereotipo de mujer que administra el hogar y que, por lo tanto, es la encargada de lo que se consume al interior de una unidad doméstica. En algún punto se documentó que con la mayor integración de mujeres al mercado de trabajo a partir de los años 60 en diferentes países, las tareas culinarias en casa tuvieron que simplificarse y la cocina se volvía una actividad a la que se le dedicaban menos horas en la distribución de actividades cotidianas.
Los modos de vida han ido cambiando a este respecto, pues la generación millennial, sin importar si son hombres o mujeres, retrasa la vida en pareja y la formación de una familia hasta pasados los 30 años, según estadísticas de diferentes países. Sin embargo, aunque se pensaría que estas personas viviendo solas o en cohabitación con compañeros de vivienda no cocinan, en tiempos recientes se ha visto un aumentado interés por la cocina con un enfoque diferenciado.
El interés por volver a cocinar responde no solamente a cuestiones económicas, que podría ser la respuesta más simple a la explicación de por qué se está volteando el interés hacia la preparación de recetas en casa. Además del factor económico, existen ideales o características que hacen que se voltee a la cocina o a las tareas culinarias con otros ojos. Las personas que pertenecen a esta generación, en muchos casos, trabajan no para procurarse un modo de vida en el que la casa, los hijos y la mascota son el ideal. Por el contrario, el trabajo es un medio para procurarse experiencias, viajes y descubrimientos. En este sentido, la cocina representa una de esas actividades, en la que el descubrimiento de sabores, productos y combinaciones, que les pueden parecer exóticos, está a la orden del día.
Por otro lado, se ha descubierto que esta cocina es una actividad que va fuera del plano de lo cotidiano para convertirse más en una actividad que se hace por descubrimiento o antojo. Sólo alguna parte de ellos la integra como una actividad cotidiana. Una de las grandes frustraciones a este respecto es que las recetas de libro de cocina como las conocimos resultan para muchos de ellos obsoletas, puesto que muchas de las cuestiones en cocina son gestualidades que se transmiten entre generaciones. De esta manera queda duda de: ¿cuánto es una pizca de sal?, ¿cómo saber si un huevo está bien cocido o tibio?, ¿cómo escoger un aguacate maduro? Así, este tipo de búsquedas en google va más allá de la preparación de una receta, es decir, de los pequeños gestos de cocina que hasta generaciones atrás habían sido incorporados tácitamente.
Es probable que estas sutilidades culinarias que antes pertenecían al savoir faire de las abuelas, en la época actual, encuentren en la supercarretera de la información un nicho en el que estos saberes, que antes eran transmitidos por experiencia, hoy tengan que encontrar nuevas manifestaciones para poder alcanzar a más personas. Fotografías, foros de discusión y videos pertenecen entonces a este nuevo lenguaje de la información. La pizca de sal probablemente encuentre algún día otras manifestaciones.