Navin Ramankutti, del Instituto Liu para Asuntos Globales, de la Universidad British Columbia y líder del trabajo, apunta que se analizó la producción de 16 cereales en 177 naciones, incluidas en la base internacional de desastres climáticos.
Los resultados indican que el impacto de las sequías fue mayor en el periodo comprendido entre 1985 a 2007, luego de examinar el efecto de 2 mil 800 desastres climáticos ocurridos entre 1964 a 2007.
“Siempre hemos sabido que el clima extremo causa reducción en la producción de granos. Pero hasta ahora no sabíamos exactamente qué tan global había sido la pérdida debida a estos eventos extremos y cómo variaba en diferentes regiones del mundo”, precisa el especialista.
En un tiempo en el que el calentamiento global llevará a tener climas más extremos, el estudio ofrece la más comprensiva mirada a su influencia en el área de producción de alimentos alrededor del mundo, señala Ramankutti.
En los últimos años los niveles de producción en los sistemas de agricultura más técnicamente avanzados de Norteamérica, Europa y Oceanía cayeron en 19.9 por ciento debido a las sequías, casi el doble del promedio mundial.
Esto refleja diferencias en escala y métodos de cultivos en naciones sanas, comparada con las naciones en desarrollo, afirman los autores.
“Los granjeros de Norteamérica utilizan granos y métodos de cultivo muy uniformes en grandes áreas, así que si la sequía los afecta de forma dañina es generalizada”, añade Corey Lesk, investigador de la Universidad McGill y coautor del estudio.
“Sin embargo, en gran parte de las naciones en desarrollo, los sistemas de cultivo son un mosaico de pequeños campos con cultivos diversos. Si la sequía los golpea, algunos de los cultivos pueden dañarse, pero otros pueden sobrevivir” apunta.
Los agricultores de los países más ricos también rara vez dependerán de las cosechas directamente de los alimentos, y por lo general tienen acceso fiable a los seguros de cosechas en caso de mal tiempo, apuntan.
Una estrategia puede ser maximizar los rendimientos en lugar de minimizar el riesgo de daños a los cultivos relacionados con el clima, sugieren los investigadores.
Eso sí, aclaran, los fenómenos meteorológicos extremos no tuvieron un impacto duradero significativo en la producción agrícola en los años posteriores a los desastres.
“Nuestros hallazgos pueden orientar a los tomadores de decisiones sobre las prioridades agrícolas para proteger mejor a los sistemas de cultivo y de las poblaciones que dependen de ellos”, finaliza Ramankutty.