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martes , 18 mayo 2021
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Para cambiar Sembrando Vida

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CLAUDIO LOMNITZ. NEXOS.

La conclusión de Krugman es que para ganar el movimiento ambientalista tendrá que abanderar una plataforma en que se conjugue la meta de reducir emisiones de carbono con una política de empleo neokeynesiana. En otras palabras: no bastará ondear la bandera del fin del mundo, por más inmediata y real que sea esta amenaza, sino que también tenemos que ofrecer una fórmula de empleo y desarrollo alternativa.

Ilustración: Patricio Betteo

Esto me llevó a pensar en el programa Sembrando Vida, que es la única iniciativa del gobierno actual que podría ser facilmente adaptada al maridaje keynesiano-ambientalista que necesitamos tan urgentemente, y me puse a investigar algo de lo poco que se puede saber sobre este programa. Creo que, con una reforma pronunciada, Sembrando Vida podría ser transformado en un elemento clave de la plataforma ambientalista que tan lastimosamente le ha faltado a este gobierno. Habría que presionar en este sentido.

Sembrando Vida es uno de los programas prioritarios de López Obrador. Su meta es “rescatar al campo” del abandono en que lo tuvo el sistema que AMLO califica de “neoporfirista”, durante el cual se despobló el campo, aumentó la migración, se desintegraron las familias, aumentó la violencia y se minó la autosuficiencia alimentaria. También se le dio la espalda a “la vida sana del campo” y la gente se empezó a ir trabajar a las ciudades fronterizas, a los grandes centros turísticos o a los Estados Unidos. Sembrando Vida se presenta, entonces, como un programa hecho para regresarle vida al campo, frenar la migración y devolverles la salud a las familias a través del empleo de campesinos y campesinas y de la inversión en árboles frutales o maderables.

El proyecto va de la mano, también, de una política de bancarización del campesinado. Tiene como meta crear 400 000 empleos en los primeros dos años de gobierno, y con ellos hacer sembrar un millón de hectáreas en más de 4000 comunidades. Cada campesina o campesino que participa en el programa debe ser dueño o tener usufructo de 2.5 hectáreas y, a cambio de destinar esas hectáreas al programa, recibe, además de su cosecha, una tarjeta de débito en la que el gobierno debe depositar puntualmente 4 450 pesos, más otros 500 pesos que deposita en una institución financiera y 50 pesos al Fondo de Bienestar. Para que los campesinos puedan retirar esos fondos, el Ejército —que participa además en la administración de los viveros que alimentan el programa— está construyendo 2700 sucursales del nuevo Banco del Bienestar.

Las principales críticas que se le han hecho a Sembrando Vida son:

Primero: muchos campesinos del sureste están tumbando y quemando selva o bosque para “sembrar vida”. No parece haber una política clara de cuidado a la biodiversidad ni tampoco de prevención frente al monocultivo. No parece haber una política de innovación agrícola que tienda, por ejemplo, a la permacultura o a una agricultura ambientalista.

Segundo: el programa fomenta la parcelización de tierras y bosques comunales, ya que el requisito de inscripción por campesino es tener título individual de 2.5 hectáreas. Como ha escrito Ana de Ita en La Jornada, esto significa que los ejidos les ceden bienes comunales a los campesinos individuales, pero no reciben ninguna parte de sus 5 000 pesos mensuales. Por eso, el programa debilita la institución comunal.

Las organizaciones de comuneros —los zapatistas, por ejemplo— se quejan de que el resultado de la política de fortalecimiento al campesino individual, a costillas de las instituciones comunitarias, es el aumento de la desigualdad entre los campesinos que están en el programa y los que no quedan, así como el aumento del consumismo, y le dicen al programa Sembrando Latas, porque opinan que los 5 000 pesos mensuales terminan siendo consumidos en cervezas. La preocupación zapatista frente al programa no es fortuita, porque una quinta parte de los recursos de Sembrando Vida van dirigidos a Chiapas, de modo que la política de individuación y de dependencia hacia el Estado está también diseñada para competir con el comunitarismo zapatista.

Tercero: las decisiones de qué se debe de sembrar están gobernadas por criterios agrocomerciales, por lo cual podrían conducir a la destrucción del medioambiente, en procesos paralelos a lo que ocurrió con los bosques de Michoacán, que fueron arrasados (frecuentemente por narcos) para imponer el monocultivo del aguacate, con efectos ambientales devastadores.

Una conclusión preliminar, entonces, es que habría que revisar los objetivos de Sembrando Vida para que, además de su importantísima vocación de fomentar el empleo en el campo, el programa se transformara en un motor para la regeneración del medioambiente. Esto significaría, entre muchas otras cosas, que el programa tendría que estar siendo supervisado por la Secretaría del Medio Ambiente, y no quedar sólo en manos de las Secretarías de Bienestar y de la Defensa.

 

Claudio Lomnitz
Profesor de antropología de la Universidad de Columbia. Es autor de Nuestra América. Utopía y persistencia de una familia judía, La nación desdibujada. México en trece ensayos y El regreso del camarada Ricardo Flores Magón, entre otros libros.

 

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