sábado , 26 septiembre 2020
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¿Quién se acuerda del cambio climático?

ADALBERTO TEJEDA-MARTÍNEZ. LA JORNADA VERACRUZ.

El cambio climático global tendrá consecuencias severas dentro de un par de décadas, aunque algunas desde ahora ya son claras: los mosquitos del dengue que paso a paso conquistan tierras antes menos frías, el derretimiento de los glaciares polares y alpinos, o la intensidad mayor de los huracanes. Pero si antes no lo veíamos con apremio, menos ahora. No obstante, en breve quizás tengamos que acordarnos de él, cuando se inunden viviendas y hospitales, se multipliquen los incendios forestales, alguna onda de calor ataque a ancianos y niños como en 2003, cuando mató a 40 mil en Europa, o la sequía nos haga más débiles ante la pandemia, lo que ya ocurre en muchas periferias urbanas sin acceso al agua; aunque no necesariamente estos fenómenos sean parte del cambio climático.

Si bien hasta el momento no hay evidencias del efecto del clima sobre el SARS-CoV-2 (el virus de la Covid-19), sí las hay en sentido inverso. La conferencia cumbre para buscar atenuantes al cambio climático, la COP 26, programada para noviembre en Glasgow, Escocia, se pospone un año. Para entones el mundo habrá vivido la experiencia del confinamiento que está disminuyendo la quema de combustibles, pero también la actividad económica y los empleos. Las negociaciones para dar continuidad al Acuerdo de París ocurrirán bajo la sombra de la necesaria reactivación de las economías que demandarán incrementos en los consumos energéticos y, en consecuencia, en la emisión de gases invernadero.

Las cuarentenas han generado una disminución en el rigor y la frecuencia de la observación del estado atmosférico, por lo que en análisis futuros habrá que lidiar con huecos de información, pero una buena noticia es que la calidad del aire en estos días ha mejorado, inclusive en urbes de Latinoamérica*. En cambio, lo que la intuición dice que debería ocurrir no ocurre: las concentraciones mundiales de dióxido de carbono no bajan, pues ya van por las 418 partes por millón, cuando en 2019 el máximo fue de 416**. Dado que la atmósfera no reacciona inmediatamente, veremos a la vuelta de los meses si estas reclusiones sanitarias tienen un efecto en la concentración del dióxido de carbono.

Por el encierro podríamos olvidar que el clima de hoy nos puede empeorar la pesadilla y que el clima del futuro no necesitará la cooperación de un virus para dificultar la existencia humana. La pandemia ha mostrado que somos muy vulnerables. No hay que esperar hasta la conferencia de Glasgow, sino que desde ahora los gobiernos y las sociedades debemos actuar para ir mejorando la salud del clima, asunto que, por cierto, no le importa al gobierno del estado cuando decide desaparecer el Fondo Ambiental Veracruzano.

*https://la.network/que-nos-dice-la-calidad-del-aire-sobre-la-respuesta-de-america-latina-y-el-caribe-a-la-crisis-del-coronavirus/

**https://www.esrl.noaa.gov/gmd/ccgg/trends/weekly.html

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