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Revalorar la recolección como actividad para reducir la pobreza

ALFONSO LARQUÉ-SAAVEDRA. CRÓNICA.

Es critico saber que en nuestro país hay más de 27 millones de habitantes en pobreza alimentaria, a pesar de que es cierto que, las innovaciones tecnológicas propiciaron en los últimos años un crecimiento agrícola sostenido en los distritos de riego y buen temporal, que se ve reflejado en el PIB, pero que no se observa en los indicadores nacionales de la economía de muchos mexicanos, que forman parte del grupo en pobreza que abarca un poco más del 40% de la población.

Para atender esta lamentable situación hemos hecho la propuesta, por la importancia del tema, de profesionalizar la actividad del campesino, para que, esta forma de vida no sea un arte en vías de extinción, si es que deseamos alcanzar la sustentabilidad y la seguridad alimentaria en nuestro país, creando empleos y nuevas agroindustrias que generen divisas y bienestar social.

¿Como qué podríamos hacer para atender la pobreza alimentaria? Recordemos que la raza humana empezó a consolidarse con dos actividades básicas para la alimentación: la caza y la recolección. Ambas han disminuido dramáticamente por la presión del llamado desarrollo, que nos ha llevado a una erosión biológica significativa. En otras palabras, podríamos anotar que las plantas no cultivadas y animales no domesticados han dejado de colectarse debido a dicho desarrollo, lo que ha traído un profundo desabasto de especies que en el pasado formaban parte de la canasta de la dieta de los humanos. La dieta vegetal moderna se integra únicamente con tres cereales: maíz, trigo y arroz y alrededor de 15 especies hortícolas y unos pocos frutales.

La recolección como actividad básica para el acopio de alimentos fue una de las primeras actividades que practicaba el hombre y que le permitió proyectarse como una especie dominante. Ahora, sería una opción real, viable, como parte de un paquete que podríamos como mexicanos impulsar y favorecer sin grandes costos o insumos. Ésta se practicaba hace 14 mil años, según un artículo recientemente publicado, para el acopio de alimentos. En esta década, se debe de reorientar y favorecer a la brevedad posible, preferentemente donde se encuentran los campesinos, para mejorar su economía.

Referiré sólo algunos ejemplos para ilustrar la propuesta de que la recolección sea una actividad que puede pagársele al campesino que genere alimentos sin destruir el ambiente:

1.- La recolección de insectos referidos en los códices y que hoy en día es practicada en Oaxaca, Tlaxcala o Hidalgo por citar algunos estados. Insectos como fuente de proteína, dicen los expertos de varias partes del mundo, es urgente impulsarla como práctica agrícola. Es conocido que es muy costosa la producción de proteína animal y que la ganadería es actualmente el camino que la cultura occidental ha favorecido a pesar de que la cantidad de agua que se requiere para producir un gramo de proteína en animales domesticados es sorprendentemente elevada. La recolección de insectos como chapulines, jumiles, gusanos de maguey, escamoles, etc., son insectos representativos en nuestro país que nuestra cultura prehispánica favoreció. En la actualidad el comer gusanos de maguey es uno de los platillos de mayor demanda, que por desgracia con la pérdida de magueyes de las haciendas, por la modificación de los sistemas agrícolas, está desapareciendo. Las plantaciones de maguey hospedera de la mariposa que ovoposita en las pencas, están muy disminuidas. El por qué no se favoreció este tipo de prácticas para convertirlas en agroindustrias, es una incógnita que seguirá en la mente de muchos mexicanos. No tengo registro de que haya habido un proyecto o un programa bien financiado para poder capitalizar el conocimiento campesino de esta sabiduría para producir un alimento que tanto halaga a los sibaritas.

2. Recolección de miel. Es una actividad ancestral, que se practicaba antes de la conquista y que era un tributo obligado. Mas de cinco mil familias en la península de Yucatán viven actualmente de esta recolección. Es tan importante, que el gobernador del estado, en 2017, publicó un decreto que declaro a Yucatán libre de transgénicos, en defensa de esta actividad de recolección agrícola, que es líder en el país y que da prestigio al campesino que la practica. Habrá que revalorarla para pagos de salarios más justos.

3.- Recolección de semillas. Hay una altísima cantidad de datos cuantitativos que nos informan que la importación y demanda de granos a nuestro país es fundamentalmente para atender al sector pecuario. En otras palabras, si deseamos ser autosuficientes en producción de maíz para fabricar los alimentos balanceaos que usan los productores de proteína animal tendríamos que sembrar 5 millones de hectáreas dedicadas exclusivamente a maíz, asumiendo que el promedio nacional de producción de maíz por hectárea por año es de tres toneladas. Nuestro país es deficitario en tierras con agua y suelos fértiles.

Hemos propuesto que ya no hay que insistir en el modelo de sembrar gramíneas como fuente de alimentos balanceados para el sector pecuario, porque no ha resuelto la demanda. Hemos demostrado que una opción rentable es el integrar el sector forestal en la ecuación. Se ha postulado que se integren las semillas y el follaje del árbol del ramon que es un recurso de la selva del trópico mexicano y de nuestra biodiversidad, que ha sido utilizado en los últimos 500 años por los campesinos mayas y otras etnias para alimentar a sus animales de traspatio. Un árbol produce en promedio 100k de frutos por año o sea que podríamos cosechar alrededor de 20 ton/ha por año en una plantación comercial de este árbol que es perene. La nueva agroindustria consiste en pagar por la recolección de semillas a las familias campesinas como primer paso del modelo que se implemente. También se pueden hacer pellets del follaje como ha sido demostrado en los laboratorios de un centro de investigación en el parque científico de Yucatán, que han validado el proyecto por diez años.

La recolección bien pagada podría ser un atractivo para el retorno al campo para aquellos que migraron a las ciudades por el poco reconocimiento a su actividad como campesinos.

* Coordinador de Agrociencias Academia Mexicana de Ciencias· Investigador del CICY

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