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Domingo , 20 diciembre 2015
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Silvopastoreo, un modelo sustentable

NELLY TOCHE. EL ECONOMISTA.
Un sistema que, al mismo tiempo que hace más productivo el ganado, protege al bosque.
Melvin Carino Flores, miembro del conjunto agropecuario Salto de Agua, detalló los beneficios de este sistema. Foto: Nelly Toche

Adentrados en la Sierra Madre de Chiapas, comunidades con tradición maicera y ganadera han puesto el ejemplo a las acciones transformadoras que recientemente se plantearon en la COP21 en París.

Para lograr los objetivos planteados en esta reunión, es fundamental la cooperación de los habitantes de bosques y selvas que, sin dejar de lado la necesidad de una forma de subsistir, están siendo congruentes con la fuente de sus ingresos y la están protegiendo.

Se trata de sistemas silvopastoriles, los cuales han generado beneficios en todos niveles, pero esto ¿con qué se come?

En realidad no es un tema fácil, pues incluso para los habitantes de estas poblaciones llevó años entender qué acciones muy concretas y en apariencia irrelevantes los llevarían a ser lo que hoy se consideran modelos de aprendizaje por toda la República.

En palabras sencillas, el sistema silvopastoril significa que para la producción ganadera se incluyen algunas técnicas que mejoran el aprovechamiento del suelo y que generan beneficios en varios niveles: permite aumentar a los ganaderos hasta cuatro veces el número de cabezas de ganado por cada hectárea. A su vez, los animales ganan peso diario y producen más leche, generando mayores ingresos para los ganaderos sin tener que tumbar bosque para extender sus pastizales.

“Así se liberan áreas de bosque y potreros degradados a través de la concentración de los animales en un sistema semiintensivo, proporcionando forraje en un área pequeña y beneficios como sombra para los animales”, explica Darinel Díaz Barrios, encargado del departamento de Conservación y Manejo Sustentable de la Reserva la Sepultura, en Chiapas, operado por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).

Agregó que un productor, al establecer un módulo de pastura de este tipo, puede liberar entre 20 y 40 hectáreas de potrero, y este bosque o selva a su vez se convertirá en área de restauración de carbono. “Puede ser pasiva, porque la liberas y dejas que el bosque actúe o porque el hombre también puede hacer acciones de reforestación y obras de conservación de suelos”.

Beneficios para todos

Algo de lo más importante para los habitantes de estas zonas es que, al cuidar el medio ambiente, el sistema productivo no se elimina. Así, los lugareños siguen trabajando en equilibrio con la naturaleza, obteniendo incluso mayores ganancias.

Melvin Cirino Flores, miembro del conjunto agropecuario Salto de Agua, con 16 socios, 400 hectáreas y considerado grupo modelo, asegura que han aprendido a utilizar todos los recursos a su alcance, pues al mezclar los potreros con cercos vivos (con árboles plantados), sin contaminar con fumigaciones, hacer rotación de campos, generar el propio alimento del ganado (maíz, sorgo y leucaena dan ahorro por 6,000 pesos en productos que ya no se compran), beneficia al ganado para que dé más leche (pasaron de 3 a 6 litros por vaca) y genere ahorros económicos. Así, ellos contribuyen con el medio ambiente ya que incluso han regresado especies que ya no se veían por aquí, como el tucán.

En este sitio, que se encuentra en el área de la reserva La Encrucijada, algunos campesinos se quedaron en el intento y siguen viviendo con carencias extremas. Sin embargo, algunos grupos se han empeñado en dar el ejemplo, incluso a nivel mundial.

Benjamín Morales Mendez, representante legal de la sociedad, explicó que a pesar del gran esfuerzo que ha representado, han logrado crecer, pues apenas hace unos años empezaron con el negocio de los quesos. “Con estos beneficios podemos decir que hemos crecido en 100%”, pero asegura que tienen mucha paciencia, pues esto no se ha dado fácil.

Agregó que el cambiar de idea como productor es muy difícil y muchos, si no ven resultados inmediatos, abandonan los proyectos. “Por ejemplo, cuando TNC nos mostró los primeros cercos eléctricos, nadie quería hacer divisiones pequeñas, y un señor ya de edad y que hoy ya se retiró fue nuestro maestro y dio el ejemplo. Dijo: ‘En mi parcela se harán las áreas demostrativas’, y así empezamos. A los seis meses, al ver los resultados, la mayoría de los compañeros pedía este cerco”.

“Para poner un ejemplo en números y hechos, con este cerco se talan menos árboles, se compra menos alambre comparado con el de púas —que cuesta alrededor de 850 pesos el rollo— y, al ser electrificado con planta de luz solar, no gastamos prácticamente nada después de la inversión. Después, si la vaca come la leucaena o lo que se planta aquí, te olvidas de comprar alimento balanceado; y con una hora y media que la vaca coma en ese banco, si hoy te dio 5 litros de leche, mañana te va a dar 6”, explicó Cirino Flores.

“Por todo esto y nuestra tenacidad, hoy nos llaman grupo modelo”, dijo.

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