NADIA ALTAMIRANO. NVI NOTICIAS.
Agricultura sustentable.
MAGDALENA APASCO, ETLA, Oaxaca.En el sistema milpa, a la combinación del cultivo del maíz con el frijol y la calabaza, las hermanas Soledad y María Chávez Pineda sumaron el rábano, pero al momento de la cosecha no lo extrajeron de la tierra; decidieron dejarlo para que sirva de fertilizante.
La propuesta de agricultura sustentable se las hizo el ingeniero Carlos Barragán García, colaborador del Hub Pacífico Sur del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt).
“Siete de cada diez suelos agrícolas en Oaxaca ya no son aptos para la agricultura, debido a una serie de problemas físicos, químicos y biológicos, lo que repercute en que seamos uno de los estados con menor producción de maíz en el país”, explicó.
Ese panorama adverso ha llevado a Barragán a impulsar, con las familias de pequeños productores, nuevas alternativas que no impliquen uso de químicos, entre las que destacan la rotación de cultivos, semillas tolerantes a la sequía y en este último ciclo sembrar rábano como una especie de milpa mejorada.
Romper paradigmas
Aún con la luz de una luna disminuida y antes de que el sol emerja detrás de los cerros, María y Soledad comienzan con las labores del campo en tres parcelas que todavía pertenecen a su padre Pedro Chávez Hernández, quien desde los 10 años las comenzó a llevar a sembrar.
Ambas viene de una familia de 12 hermanos. María es seis años mayor que Soledad y las dos se dedican a las labores del campo.

Cuando ellas vuelven de trabajar la tierra, no hay nadie que cumpla con las labores de casa, incluyendo la preparación de los alimentos.
Ellas lo hacen todo, desde el rastreo, el barbecho, formar surcos, sembrar, cortar la milpa, traer las calabazas, el frijol y la mazorca a casa, hasta ir al molino y echar las tortillas al comal.
María, además ejerce como contadora pública, lo que le facilita “echar números” y saber que para este ciclo otoño-invierno gastaron 9 mil 445 pesos para producir en tres parcelas de poco más de hectárea y media.
La inversión, todavía no la recuperan porque todavía están en la cosecha de maíz que, a diferencia del ciclo pasado, esperan un 50 por ciento de más rendimiento porque el rábano les ayudó a abrir paso a la raíz en un suelo endurecido.
Suelos duros
Para ejemplificar lo dicho, Carlos Barragán, quien ha sido su guía técnica, saca de la tierra un rábano que mide 35 centímetros, lo observa y explica que a los 25 centímetros la tierra todavía es blanda, pero a partir de ahí el tubérculo tuvo dificultades para seguir creciendo y se torció.

Quitar esa compactación al suelo implicaría utilizar maquinaria que en Oaxaca es inaccesible, por lo que sugiere sembrar el rábano por varios ciclos, sin cosecharlo.
María considera la posibilidad de sembrar únicamente rábano, en vez de combinarlo con la milpa, quizá así logren que la raíz rompa con mayor facilidad con la dureza de la tierra.
¿Solas o capaces?
A pleno sol de la mañana, el frío es menos crudo. Las garzas se posan en una tierra para sacar de entre el camalote -como le conocen a un tipo de pasto que es muy difícil de controlar- chapulines y todo tipo de insectos que le sirven de alimento.
Sobre la parcela más grande, de una hectárea, está el zacate que un mozo cortó el mes pasado con una hoz, sin diferenciar entre maíz y hojas de rábano. La sorpresa es que a los rábanos les retoñaron las hojas que sirven de alimento para el ganado.
Ambas esperaron un mes para que el zacate madurara y ahora despegan la mazorca, una labor que va a dilatar una semana, trabajando tres horas, desde las 6:00 de la mañana.

La labor la harán sólo entre las dos, “a veces una despega y otra amarra, porque si hace mucho viento se pierde el zacate”.
Autosuficiencia alimentaria
Contratar un mozo -tienen claro ambas- es elevar los costos de producción de los que todavía no se recuperan, ya que sólo la mitad de la cosecha la venderán y la otra mitad será para autoconsumo.
Sus otras parcelas ya les dieron avena, trigo, canola y algo de alpiste para forraje, además de frijol, el cual sembraron a mayor densidad, es decir, en vez de utilizar 16 kilos de semilla usaron el doble, junto con la calabaza.
Sin dudarlo, Carlos Barragán se atreve a afirmar que ambas, además de ser las únicas mujeres que hacen producir el campo en este municipio de los Valles Centrales, serán quienes a pesar de la sequía logren la mejor cosecha de maíz criollo o nativo.
Lo que han empezado a hacer María y Soledad ha minado el orgullo de los hombres que de alguna manera las han empezado a imitar.
Cuando a ellas se les pregunta si están rompiendo estereotipos, simplemente tienen claro que la tierra es así, “entre más trabajo le metes produce más, pero si se le deja tirada, simplemente no da”.