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La totoaba como mercancía

NATALIA MENDOZA. NEXOS.

Un solo buche de totoaba del Golfo de California ha llegado a venderse por 20 000 dólares en el mercado negro de Hong Kong. Hay subastas de buches en las que se sopesa su especie, tamaño e incluso años de añejamiento. Y fotos de buches disecados enmarcados en pequeñas vitrinas forradas de terciopelo rojo y membretadas con letras doradas que penden de paredes cual obras de arte. Nos resultan tan extraños estos objetos —y tan impenetrable el origen de su valor— que acaso sirvan como ejemplo para pensar la peculiaridad de la mercancía en general. La singular combinación de significados y desplazamientos que producen el valor.

Ilustración: Raquel Moreno

En los mercados chinos se venden muchos tipos de buches (vejigas natatorias) de pescado. El de totoaba es uno de los más preciados pero hay también los que se venden de manera legal a un precio módico. El buche de pescado pertenece a una categoría más amplia de productos que en mandarín se denominan bǔ pǐn y que podría traducirse como alimentos-medicina. No se trata únicamente de alimentos saludables, sino de medicamentos convertidos en platillos que confirman el popular proverbio chino: “La comida y el medicamento provienen de la misma fuente”. Es notable el contraste con la categoría occidental del pharmakon que no sólo excluye los alimentos, sino que crea un continuo semántico que va del veneno al medicamento y de ahí a las drogas.

La atribución de propiedades curativas a ciertos alimentos se sostiene en un antiguo aparato de referencias y autoridades que hasta la fecha se sigue citando. La primera mención del buche de pescado como alimento medicinal data del año 544 d. C. y aparece en el Qimin Yaoshu, una especie de compendio de técnicas agropecuarias para el bienestar del pueblo. Ahí se menciona que el buche de pescado conservado en vinagre era parte de la dieta de invierno del emperador Wu de la dinastía Han. En el Nuevo libro de los Tang, completado en 1066 d. C., se menciona que el buche era uno de los tributos que recibían los emperadores Tang. Se menciona también en el Bencao Gangmu o Compendio de materia médica, escrito por Li Shizhen en 1596, que constituye el tratado de herbolaria más completo de la dinastía Ming con 53 volúmenes y 1 892 entradas. Ahí se establece que el buche de pescado sirve para aliviar las dificultades del parto y que puede usarse también para mejorar el funcionamiento de los riñones y promover la longevidad en general.

El non plus ultra de los buches de pescado es el de bahaba, un gran pez endémico del sur de China que se caracteriza por sus destellos dorados y el color amarillo intenso de su boca. Pero el bahaba se pescó tanto desde la dinastía Ming, que a principios del siglo XX se encontraba ya en peligro de extinción. La pesca de totoaba en el golfo de California empezó en 1910, cuando un comerciante chino establecido en Guaymas notó la similitud entre totoaba y bahaba, y comenzó a vender los buches disecados en San Francisco. En un principio el buche de totoaba se vendía fraudulentamente como bahaba falsa, pero con el tiempo adquirió reputación y valor propios. En 1923 seis alemanes y un grupo de trabajadores yaquis establecieron el primer campamento de pesca de totoaba en San Felipe, cerca de la desembocadura del Colorado. La carne del pescado se pudría en las playas porque no había manera de transportarla hasta que en 1926 se llevó el primer cargamento de totoaba fresca de San Felipe a Caléxico. La pesca era tan abundante y el negocio tan próspero que en 1928 el grupo de alemanes vendió un total de mil toneladas de carne de totoaba en Caléxico y la suma correspondiente de buches en Guaymas. La bonanza duró unas cuantas décadas, para los años cuarenta la pesca se había vuelto mucho más escasa. En 1978 el gobierno mexicano impuso una veda permanente en la pesca de totoaba, que ingresó a la lista de especies en peligro de extinción.

Con la criminalización inicia una nueva era en el negocio de la totoaba, esta vez de pesca clandestina y contrabando. Como sucede en todas las economías extractivas, el buche sólo tiene valor si puede ser desplazado a los mercados en los que se le reconoce como mercancía. Y para llegar ahí debe alimentar una estructura de puertas, cuotas y violencia como todas las mercancías ilegales.

Natalia Mendoza
Antropóloga y ensayista. Estudió relaciones internacionales en El Colegio de México y un doctorado en antropología en la Universidad de Columbia.

 

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