GUADALAJARA, Jalisco. Los biocombustibles son un arma de doble filo. Por un lado, pueden ser sustitutos de los combustibles fósiles y solución de la enorme demanda energética mundial. Pero uno de sus efectos colaterales más graves es que pueden triplicar el costo de los alimentos también originados en los mismos cultivos, señaló la doctora del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cintestav) Lourdes Díaz Jiménez.
La especialista intervino este jueves en el XVIII Congreso Nacional de Ahorro de Energía, que se realiza en esta ciudad bajo el patrocinio del Colegio de Ingenieros Mecánicos y Electricistas de Jalisco, del Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (Fide), de la Secretaría de Energía y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Allí abundó sobre estas paradojas: “Si bien son muchos los beneficios observados por el uso de biocombustibles frente al uso de combustibles fósiles, han surgido muchos argumentos que demeritan las ventajas. Uno de los principales en contra es el impacto al medio ambiente, ya que, con el fomento que se le ha dado a la producción de biocombustibles, muchos países subdesarrollados del sureste asiático están destruyendo sus selvas para crear plantaciones”.
Esta acción “representa un impacto contrario al que se pretendía conseguir, ya que los bosques y selvas consumen mucho más emisiones de contaminantes que los cultivos que los reemplazan […] por lo que el daño puede llegar a ser incluso mayor”, señaló. También es un problema la política de subsidios gubernamentales que reciben, pues alteran el mercado y pueden en el corto plazo crear espejismos insostenibles.
Pero lo más preocupante es “el impacto que se verá en el sector alimentario. En el momento en que empieza a usarse suelo que normalmente se usa para cultivos dirigidos al consumo humano, para la producción de vegetales dirigidos a la obtención de biocarburantes, se presentará un efecto de competencia entre la producción de comida y la de biocombustibles, resultando en el aumento del precio de la primera, impactando negativamente en el estado socioeconómico de la región”.
Un caso así ya se dio en Argentina, “con la producción de carne de vaca. Las plantaciones para biocombustible dan beneficios cada seis meses, y los pastos en los que crían las vacas lo dan a varios años, con lo que se comenzaron a usar estos pastos para crear biocombustibles. La conclusión fue un aumento de precio en la carne de vaca, duplicando o incluso llegando a triplicar su valor”.
Otro de estos casos “se ha dado en México, con la producción de maíz. La compra de maíz para producir biocombustibles para Estados Unidos ha hecho que en el primer semestre de 2007 la tortilla de maíz duplicara e incluso triplicara su precio”. Italia pasó problemas iguales con la pasta.
De este modo, “hay que reconocer que los biocombustibles no deberían ser considerados como la fórmula mágica, aunque sí podría representar una oportunidad interesante”.
BIODIESEL Y ETANOL, LOS MÁS COMUNES
• El biodiesel se obtiene a partir de soya, palma, canola y girasol, y a partir de grasas animales como sebo de res. Se elabora en una reacción química llamada “transesterificación”
• El etanol es un alcohol “producido por la acción de fermentación de azúcares de vegetales como caña de azúcar o remolacha, a partir de granos de cereales como maíz, sorgo, trigo o cebada”.