RAYMUNDO CANALES DE LA FUENTE. EXCÉLSIOR.
Desde hace años, muchas personas hemos insistido en la necesidad urgente de advertir a la población acerca de los riesgos de consumir productos envasados con enormes cantidades de sustancias, cuyo consumo excesivo es francamente tóxico.
Por supuesto, existe una industria millonaria dedicada a la producción de dichos alimentos que se venden en toneladas, con utilidades enormes, y que sin duda juegan un papel fundamental en la epidemia de sobrepeso y obesidad, a pesar de la opinión de comunicadores serios, como Leonardo Curzio, quien se burla abiertamente afirmando “que las palanquetas no son las responsables” de dicha catástrofe sanitaria.
Contradiciendo al señor Curzio, afirmo categóricamente que sí son, aunque, obvio, junto con todos los demás alimentos y bebidas envasadas que se expenden en las cadenas de tiendas llamadas “de conveniencia”, que resultan francamente inconvenientes vistas desde este ángulo.
El etiquetado ahora aprobado por los mecanismos gubernamentales pretende ser muy claro, colocando etiquetas simples, que adviertan algo así como “exceso de azúcares” o “de grasas trans”, etcétera.
Me sorprende sobremanera la virulenta reacción de los industriales afirmando que las nuevas etiquetas no van a funcionar, e intentando identificarse con los objetivos en términos de salud. Ellos dicen ahora que las nuevas etiquetas no van a funcionar y que ellos sí saben cómo se deben redactar; si esto es cierto les pregunto abiertamente por qué no los articularon desde hace más de diez años y esperaron pacientemente al deterioro y muerte de millones de mexicanos debido a la obesidad y sus consecuencias.
Ellos ganaron demandas y amparos interminables para defender lo que hasta ahora ha sido una realidad objetiva: no hay etiquetas de advertencia. Simplemente no existen. Cada bolsita o frasco de dichos productos sólo presenta unas confusas leyendas en una tipografía casi ilegible, que no fue capaz de interpretar correctamente ni siquiera un grupo de estudiantes de licenciatura en nutrición, lo que se explica solo.
Sólo una actitud de un cinismo fuera de proporciones me puede explicar que ahora se presenten como un grupo ofendido y que de nuevo va a actuar legalmente para defenderse de las medidas gubernamentales, que son de interés público.
La epidemia no puede esperar, la sociedad mexicana no puede esperarlos otros quince años a ver si ahora presentan una propuesta razonable. Urgen las nuevas etiquetas que no necesitan de estudios científicos en la NASA. Basta probar alguno de esos alimentos para percatarse del exceso de azúcar y grasa; y como lo he señalado en otras ocasiones, utilizan el azúcar más tóxica y más barata, derivada de la alta fructosa del maíz, dejando de consumir el azúcar de caña nacional. Ya basta, señores industriales. Inviertan para mejorar sus alimentos y acaten las nuevas normas.